Friday, October 26, 2007

Maternidad gestacional: Capítulo 2

26 de octubre, 2007

La única condición que tenía Sheona era tener un segundo bebé antes de tener el nuestro. Ella y Jon estaban en pleno proceso de tratar de embarazarse y, de hecho, habían perdido un embarazo unos meses atrás. Nosotros estábamos – y seguimos estando – un tanto incrédulos, constantemente preguntándonos si en una de esas lo pensaría un poco mejor y se daría cuenta de lo loca que era de ofrecerse. Para darle un tono de realidad al asunto, decidimos arrancar el proceso y pedimos cita con el Dr. Laskin ese verano. Su clínica, LifeQuest, se especializa en temas de infertilidad y ya habíamos trabajado con ellos cuando intentábamos “arreglar” mi problema con anticoagulantes, durante mis últimos dos embarazos. El Dr. Laskin estaba feliz de que hubiéramos decidido pasar a una alternativa que tenía mejores probabilidades para nosotros, y estaba aún más feliz de enterarse que teníamos una amiga tan desinteresada que quisiera darnos un regalo tan maravilloso. Sugirió que los cuatro viéramos a Sherry, la consejera de la clínica, para que pudiera evaluar nuestro nivel de preparación y compatibilidad para sobrellevar un proceso semejante. Rápidamente pedimos cita y a comienzos de junio tuvimos una sesión de cuatro horas con ella. Primero estuvimos los cuatro en una sala con Sherry, donde nos explicó los aspectos básicos de la maternidad gestacional. Luego, Sheona y Jon se sentaron a conversar con ella por dos horas. Finalmente nos tocó a nosotros conversar con ella por el tiempo restante. Sherry concluyó que conformábamos el equipo ideal, que conocíamos nuestras limitaciones y que compartíamos una política de franqueza que sería muy útil, ya que es un proceso tan cargado de emociones donde puedes empezar a sentir inseguridad porque por un lado piensas que estás en deuda con tu amiga porque ella te dio un hijo, pero por otro lado es una deuda que jamás podrás retribuir adecuadamente; puede que creas que en cualquier minuto cambiará de parecer y para evitarlo te comportas como si pisaras huevos. Nos puso nuestro arreglo para cuidar a los perros como ejemplo. Dijo algo como, “Puede que sientas que no puedes decirle que no, aún cuando no puedes cuidar de Rosa. Y, a la inversa, puede que ellos no les quieran pedir para no hacerles sentirse obligados. Y así, de repente, la relación abierta y franca que tienen podría volverse cauta y cortés, o peor – podrían empezar a disfrazar sus sentimientos reales con expresiones falsas y dejar que la tensión se acumule por dentro. No tienen que sentirse obligados a invitarse los unos a los otros a cada cena que organicen, así no es como se comportan regularmente. Tendrán que hacer un esfuerzo por no dejar que la dinámica de la relación cambie demasiado. No pueden dar nada por hecho o dicho. Todo debe ser verbalizado”. Nos aconsejó seguir siendo sinceros y directos y que junto a sesiones con ella según fueran necesarias, debería irnos bien.

Por esos días, Sheona se estaba preparando para partir a Florencia a tomar un curso de producción de cine. Estaba muy ocupada con los preparativos y recuerdo haber notado que el día de la sesión con Sherry se veía radiante. Una semana después, nos anunció que estaba esperando. Esto lo hizo todo aún más real, ya que su única condición se estaba cumpliendo.

También por esas fechas empezamos a hablar de documentar el proceso. Sheona es documentalista y productora de cine y era natural que quisiera producir un documental sobre una experiencia tan tirada de las mechas. Y como yo también soy una especie de documentalista – de mis propios pensamientos y de mi vida, a través de mis diarios – nos pareció una idea fantástica. Poco a poco, su idea evolucionó y pasó de ser un documental sobre el lado emocional del proceso, a ser una especie de cápsula de tiempo para el/la niño(a), para que al cumplir su mayoría de edad pudiera escucharnos narrar su prehistoria; esto en parte porque filmar cualquier parte del proceso tenía implicancias legales para la clínica que no estaban preparados para asumir. La idea de la cápsula de tiempo parecía ser además más orgánica, y no tan “producida” como podría ser la otra.

Sheona partió a Florencia sola, embarazada de su segundo hijo. No le gustó mucho el curso mismo, pero le fascinó Florencia. Jon y Henley la fueron a visitar hacia el final de su estadía. No me puedo imaginar cuánto debe haber extrañado su casa y su familia a esas alturas. Seis semanas sin tu hija, tu pareja, tu almohada, tu perra, tus calles, tu rutina, tus amigos, tu cama... y encima estando embarazada, completamente hormonal y sensible... muy difícil. Pero ella es muy audaz. Admiro completamente su actitud con la vida. Siempre busca lo positivo, lo práctico. No pierde la calma. Otra sorpresita fue que regresó de Florencia con un diamante en el anular. Jon le había pedido que se casara con él y ella le había dicho que sí, mientras se tomaban un café frente al Giardino di Boboli – ¡¡¡QUÉ ROMÁNTICO!!!

Pronto, la pancita de Sheona se empezó a notar y de repente se volvió tremendamente obvia! Las semanas volaron y se hizo más y más grande. Hablamos del parto y Sheona nos pidió que estuviéramos presentes para que viviéramos la experiencia de un parto en casa, para que lo consideráramos como alternativa llegado el momento. Y así, de pronto, llegó febrero y su fecha. Organizamos una especia de shower de último minuto. Así parece que es la cosa con un segundo hijo. Pero fue idea de Sheona hacerlo en un bowling, para que pudiera ser un evento más familiar al que pudieran asistir maridos e hijos, y evitar así la necesidad de contratar babysitter. Sheona jugó mejor que nadie. Con su espalda al resto, apenas podías notar que estaba embarazada. Se ponía en posición, daba sus pasitos y muy elegantemente lanzaba la bola, al tiempo que deslizaba una pierna tras otra. Luego se paraba derecha, esperaba a que su bola derrumbara los bolos y se volteaba haciendo un bailecito victorioso. Hasta a mí me sorprendía cada vez que lo hacía ver su panza de nueve meses cuando se volteaba. Logró casi puras chuzas en los dos juegos que completamos. ¡Increíble!

Esa noche, al poco tiempo de llegar a casa, nos llamó Sheona, con una calma envidiable, a decirnos que estaba casi completamente segura de que estaba teniendo contracciones, que estaban calculando los intervalos y que nos avisarían. Una hora después, Jon llamó, no tan calmado, y dijo que la matrona estaba en camino, que los intervalos entre contracciones eran cortos y constantes y que deberíamos estar listos para partir en cualquier momento a su casa. 45 minutos más tarde, llamó otra vez a decir que mejor nos apurábamos, que ya tenía 7 cm de dilatación. Les juro que no se demoró más de hora y media en dar a luz a Keaton. Yo estaba al pie de su cama con Henley en mis brazos cuando sucedió. Andrés estaba parado en el umbral del dormitorio. Fue una de las cosas más maravillosas e increíbles que jamás he visto. Y no pude sino pensar mientras observaba maravillada que quizás en un año y medio estaríamos repitiendo la experiencia y que sería nuestro bebé el que estaría viendo nacer. Henley corrió a conocer a su hermanito y abracé a Andrés fuertemente. Qué fuerte el encuentro de emociones, mitad llorando, mitad riendo de alegría.

Cuando trato de explicar lo que sentí, me cuesta decidir qué palabras usar. Tienen que entender que yo nunca había presenciado un nacimiento vivo. El estar ahí me hizo pensar en las dos bebitas que nunca pudimos conocer, de lo tristes que habían sido mis dos partos. Esta experiencia era el polo opuesto: uno de esos momentos breves de la vida que conjuntamente forman lo que conocemos como felicidad.

Surrogacy: Chapter 2

October 26, 2007

Sheona’s only condition was that she wanted to have another baby before she had ours. She and Jon were already actively trying to get pregnant and in fact had had a miscarriage a few months before.

We were – and still are – a bit incredulous, constantly wondering if she’d think about it some more and realize how nuts she was to offer. To make it feel more real, we all decided to set the wheels of the process in motion and made an appointment with Dr. Laskin that summer. His clinic, LifeQuest, specializes in infertility issues, and we had already worked with them attempting to “fix” my problem with anticoagulation during my last two pregnancies. Dr. Laskin was happy we had decided to move on to a more probable scenario and even happier to learn that we had such a selfless friend wanting to give us such an amazing gift. He suggested the four of us see Sherry, their counsellor, so that she could assess our level of preparedness and compatibility for such a procedure. We quickly made an appointment and went to our four hour session with her in early June. First it was the four of us in a room with Sherry, where she explained the basic aspects of surrogacy to us; then, Sheona and Jon saw her for two hours and we saw her for the remainder of the time. Sherry told us she thought we made an ideal team, that we all knew our limitations and that it seemed we shared a policy of frankness that would come in handy, since it is a process that is so emotionally charged and where you could start feeling insecure because on the one hand you may feel you need to “pay back” or that you owe your friend for carrying your child, and on the other hand you don’t want them to change their minds so you could also feel like you’re treading on eggshells. She gave us the example of taking care of each other’s dogs. She said something like, “You may feel like you can’t say no, even if you can’t take care of Rosa. And, conversely, they may not want to ask you to take care of Rosa, for fear of making you feel like you have to. All of a sudden, the open minded and frank relationship you have could become one of cautious politeness, or worse – you could start to mask your real emotions with fake ones and let tension build within. You don’t have to invite each other to every dinner party you organize, because that’s not what you do on a regular basis. You have to almost make an effort to not change the dynamic of the relationship too much. You can’t assume anything. Everything needs to be verbalized.” So she advised us always to be up front with each other and that together with sessions with her as needed, we should be ok.

At that time, Sheona was getting ready to go to Florence to take a film production course. She was very busy with preparations and I remember her looking radiant that day, at the counsellor session. A week or so later she announced she was pregnant. This made it even more real, since her only condition was being met as we spoke.

Around the same time, we started to talk about documenting the process. Sheona is a documentary filmmaker and producer and it was only natural for her to want to do a doc on such a crazy experience. Since I am also a documenter of sorts - of my own thoughts and life through my journaling - it seemed like a great idea right away. Little by little, her idea evolved from being a doc on the emotional side of the process, to being a time capsule for the child to be to uncover when s/he came of age, partly because filming any of the process had legal implications for the clinic that they were unwilling to assume. The time capsule idea seemed more organic too, and not as “produced” as the previous idea could have become.

Sheona took off for Florence on her own, pregnant with her second child. She wasn’t happy with the film course itself, but she loved Florence. Jon and Henley went to visit her towards the end of her stay. I can’t imagine how homesick and familysick she must have been by then. Six weeks away from your daughter and partner, from your pillow and your dog, from your streets and your routine, your friends, your bed... and on top of it all being pregnant, full-on hormonal and sensitive... really trying. But she is such a trouper. I totally admire her attitude toward life. She is just always looking at the bright side, thinking in practical terms. She’s very cool. :) Another little surprise was that she came back from Florence with a rock on her finger. Jon had proposed to her and she had said yes, having a coffee by the Giardino di Boboli – HOW ROMANTIC!!!!

Soon, Sheona’s tummy was starting to show and then was just so obviously there!! The weeks flew by and it got bigger and bigger. We talked about the birth and Sheona wanted us to be there to witness the experience of a home birth, so we could consider it as an alternative when our time came. All of a sudden, February was here and her due date was just ‘round the corner. We organized a sort of baby shower at the last minute. I guess that’s how it goes with a second child. But it was Sheona’s idea to do it at a bowling alley so that it could be a more family-oriented thing and husbands and children could come too, so no need for babysitters. Sheona bowled better than any of us. You could barely tell she was pregnant from behind. She would take her bowler stance and then do her little steps and gracefully fling one leg behind the other as she let go of her ball. Then she’d stand up straight, wait for her ball to strike the entire set and then turn around and do a little celebration dance. It was shocking even to me every time she’d turn around and you could see her full term belly. She almost nailed them all, scoring an almost full row of strikes on both games we played. Unbelievable!

That night, shortly after we arrived home, we got a call from Sheona saying she was pretty sure she was having contractions, that they were timing them and would let us know. An hour later, Jon called and said that the midwife was on her way, that the contractions were pretty steady and that we should be ready to come over at any time. 45 minutes later, he called back saying we better get moving, that she had dilated 7 cm. I’m not kidding when I say it took about another hour and a half for her to push Keaton out. I was standing at the foot of their bed, with Henley in my arms, when it happened, Andrés standing in the threshold of the room. It was the most wonderful, incredible thing to see. I couldn’t help thinking as I watched in amazement how maybe, just maybe, we’d be doing this again in a year and a half and it would be our baby we’d watch being born. As Henley joined her family on the bed to coo over her new baby brother, I hugged Andrés tightly and half-cried, half-glowed with joy and emotion.

When I think of how to explain what I felt, I have a hard time deciding which words to use. You have to understand, I had never witnessed a live birth before. Being there made me think of those two baby girls that could have been, of how sad my two deliveries had been. This was the total opposite: it was one of those brief moments in life that together form what we call happiness.

Thursday, October 25, 2007

Comienza nuestro viaje de maternidad gestacional...

1º de abril, 2007

Una tarde, hace casi un año, nuestros amigos Sheona y Jon vinieron a visitarnos después de nuestra quinta pérdida. Esa visita culminó con una propuesta increíble que está por lanzarnos en un viaje maravilloso: la maternidad gestacional.

Algunos antecedentes para aquellos que no conocen la historia... Sheona, Jon, Andrés y yo nos conocimos en el invierno del 2001/2002 a través de un amigo en común. La primera vez que nos vimos fue en la casa de este amigo, quien nos había invitado a cenar. De inmediato congeniamos, por lo que estuvimos muy contentos de reencontrarnos ese verano en la boda de nuestro amigo. En aquella ocasión, estábamos felices de anunciarles que yo estaba de casi cuatro meses de embarazo y que me estaban tratando con anticoagulantes. Estábamos optimistas y ellos estaban felices por nosotros.

Lamentablemente, ese tratamiento no dio resultado y a fines de septiembre, cuando se empezó a comprometer mi salud, nos vimos frente a la inexplicablemente difícil decisión de abortar el embarazo a las 22 semanas. Está de más decir que estábamos deshechos. No sólo habíamos perdido a otro hijo; esta vez, para complicar las cosas aún más, me tuvieron que inducir y tuvimos que vivir el proceso de parto de esta criaturita sin vida. Como el embarazo era de más de 20 semanas gestacionales, por ley tuvimos que coordinar con una funeraria la disposición de su cuerpo. No era justo lo que estábamos viviendo, pero no queríamos darnos por vencidos todavía. Decidimos dejar pasar uno o dos años y volver a intentar.

Unos meses después, nuestro amigo común nos invitó a ver una obra de teatro en la cual actuaba y nos reunimos todos otra vez. Andrés y yo estábamos por viajar a Chile a visitar a nuestras familias y estábamos quejándonos de lo caro que era contratar a alguien que cuidara de nuestro perro durante nuestra ausencia. Sheona y Jon estaban de acuerdo y decidimos presentar a nuestros respectivos perros, Rosa y Lucas a ver si se llevaban bien. Esa noche conversé largo rato con Sheona y le conté los pormenores de nuestros cuatro embarazos fallidos y de nuestro deseo profundo de empezar una familia. Mi actitud, en vez de echarme a morir – que ganas no me faltaban – era más bien de “arreglar” el problema. Un médico había investigado mis pérdidas y me estaba ofreciendo un tratamiento que podría ayudarme a llevar un embarazo a término.

Ese invierno, viajamos a Chile y nos llevamos las cenizas de nuestra bebita para esparcir en el mar, en la playa frente al lugar donde Andrés y yo nos habíamos casado. Cuando regresamos del viaje, Sheona y Jon tenían buenas nuevas... ¡Sheona estaba esperando! El ciclo interminable de la vida se hizo evidente, y el comienzo de esta nueva vida – un milagro verdadero – dio paso a otro comienzo: nuestra amistad.

Empezamos a cuidar de nuestros respectivos perros cuando nuestros respectivos viajes lo requerían. A raíz de esto empezamos a vernos con más frecuencia, estrechándose más y más los lazos de amistad mientras atravesábamos etapas similares de la vida.

En la víspera del nacimiento de Henley, Andrés y yo estábamos en casa de Sheona y Jon cenando y maravillándonos de la panza medio cuadrada ya de Sheona. Le saqué fotos a su panza y a sus pobres pies hinchados para que pudiera luego maravillarse ella también, una vez que naciera el bebe. Nos parecía que en cualquier momento podría iniciarse el trabajo de parto, y cuando el teléfono sonó a las 6 de la mañana siguiente, nuestras sospechas fueron confirmadas: Sheona estaba en trance de dar a luz y sus ejercicios de respiración profunda estaban asustando a la pobre Rosa (porque Sheona dio a luz en casa). Fui a recoger a Rosa y a las pocas horas nació la hermosa Henley.

Un año y medio después, en enero del 2005, Andrés y yo estábamos listos para volver a intentar, así que llamamos a todos los médicos y pusimos manos a la obra. Pero el 2 de abril, sufrí una trombosis en una vena cerebral. La verdad es que tuve mucha suerte de sobrevivir sin secuelas. Inmediatamente empezaron un tratamiento con anticoagulantes - el que tendré que seguir por el resto de mi vida - y me internaron en el hospital por 10 días. Esto pospuso nuestros planes de embarazarnos hasta octubre del mismo año, cuando después de una resonancia magnética, los médicos determinaron que mis venas estaban de vuelta a la normalidad y nos dieron luz verde. Me embaracé por última vez ese mismo mes.

Esta vez, aparte del tratamiento anticoagulante, que igualmente tenía que seguir por mi propia salud, me recetaron rondas de inmunoglobulina intravenosa o Ig IV, una melaza de anticuerpos que supuestamente agitaría mi sistema inmune para impedir que atacara al feto. El embarazo se desarrolló muy bien en un comienzo. Los resultados arrojados por las decenas de exámenes indicaban que la placenta estaba como tenía que estar, las cifras de mis análisis de sangre eran óptimas y en todas las ecografías el feto y la placenta se veían perfectos. Mientras tanto, yo no me sentía muy perfecta que digamos. Los tratamientos de Ig IV me produjeron una reacción similar a los síntomas de meningitis, con un dolor insoportable de cabeza y a todo lo largo de mi columna vertebral; las náuseas me tenían verde, tumbada en la cama y no podía ni levantarme a comer pues el solo pensar en lechuga incluso me hacía vomitar. Un día, mi pobre y frustrado marido se enteró de la existencia de una pildorita llamada Diclectin que me ayudó muchísimo y con la que recobré el apetito sin temor a la horrible náusea.

El único temor que me quedaba era el ultrasonido de las 19 semanas. Nunca había logrado pasar ese hito del embarazo sin problemas. Mi tercer aborto espontáneo fue descubierto en esa eco, y mi cuarto embarazo fue sentenciado justo después de esa eco. Igualmente traté de tranquilizarme, diciéndome que todo saldría bien esta vez. Dado el resultado del último embarazo con los anticoagulantes, pensé que a lo más podrían encontrar que no todo estaba bien, pero que tendríamos suficiente tiempo como para llevarme a un punto en el que podría dar a luz a un bebe prematuro con grandes posibilidades de supervivencia. Eso pensaba mientras me escaneaban la panza, por lo que fue un golpe tremendo enterarnos que la bebe ya había fallecido, quizás dos o tres semanas antes. Ese día se convirtió en uno de los días más largos de nuestras vidas pues tuvimos que esperar mucho para ver a los médicos, tratando con todas nuestras fuerzas mantenernos compuestos, ser cuerdos y no venirnos abajo, pero a la vez sintiendo una vulnerabilidad tremenda y una desilusión profunda. Finalmente, me internaron en el hospital ese mismo día para poder inducirme. Descontinuaron los anticoagulantes y al día siguiente indujeron el parto. Me quedé en el hospital un día más, hasta poder ver a todos mis médicos, y nos fuimos a casa otra vez vacíos y resentidos.

¿Qué podíamos hacer ahora? Me habían dicho que era muy probable que jamás pudiera tener un embarazo exitoso. Los embarazos afectaban mi cuerpo cada vez más, demorándose este cada vez más en recuperarse y, ahora que había sufrido una trombosis, teníamos que tener más cuidado. Mi doctor sugirió la maternidad gestacional como opción, ¡pero nos parecía tan artificioso! No obstante, supongo que como parte del esfuerzo para recuperarme emocionalmente de esta pérdida, empecé a investigar el tema en la Internet. Hasta contactamos a una “agente” de madres portadoras para preguntarle cómo funcionaba el proceso. El costo nos dejó helados, y el costo de adopción era también bastante alto.

De repente, una tras otra, mi hermana y nuestras amigas se empezaron a ofrecer como madres portadoras. ¡Qué bendición! No podíamos creer su generosidad, pero no nos sentíamos cómodos con la idea. No dudamos nunca la sinceridad de tremendo ofrecimiento, pero esta alternativa nos parecía medio loca desde el principio y siempre pensé que preferiría hacerlo con una extraña que con una amiga cercana.

Hasta que vinieron Sheona y Jon esa tarde a vernos. Le comenté a Sheona acerca de mis indagaciones y ella me dijo algo como, “Nosotros también lo hemos estado considerando”. No sé por qué yo pensé que me estaba diciendo que ellos también estaban pensando en encontrar a una madre portadora para aumentar su familia; quizás porque en mi mente ella y yo estábamos pasando por algo parecido, pues ella había sufrido una pérdida a comienzos del año; quizás porque posparto tenía la cabeza siempre en la luna – o quizás es que un ofrecimiento de ese nivel de generosidad y altruismo es lo que uno menos espera escuchar... Luego la cortina se abrió y me di cuenta que ¡se estaba ofreciendo a ser NUESTRA madre portadora! Y sucedió algo tan extraño.... esta vez sí sentí que era la persona perfecta para hacerlo.

Así es como comienza esta historia, una tarde de abril como hoy.