Saturday, May 27, 2006

EUROPA: De Londres a casa...

Alastair nos había recomendado llegar al Gare du Nord con al menos media hora de anticipación, así que eso hicimos. El Eurostar salía a la 1. Nos pareció increíble el despliegue de seguridad en la estación del tren. No sé si será lo mismo si viajas de Francia a España, pero viajar a Inglaterra era como ir a los Estados Unidos, ni más ni menos.

En el tren los asientos estaban ordenados de a dos, mirando hacia adelante, y algunos sets de cuatro asientos mirándose los unos a los otros, para viajar en grupo. No esperábamos que nos tocara este tipo de asiento, pero cuando llegamos a nuestros asientos vimos que tendríamos que mirar a la cara a una pareja de viejujos todo el camino. Pues nada, los saludamos muy amablemente y en su acento británico nos saludaron de vuelta.

Él tenía una cara tan divertida que parecía de mentira. El pelo blanco, un poco despeinado; los ojos verdes, grandes, muy separados y medio saltones, una nariz enorme con la punta gorda y llena de cicatrices, y - por supuesto - los dientes típicos del inglés, chuecos, manchados y quizás demasiados para el tamaño de su boca. Entre lo chueco de los dientes y lo highbrow de su acento, al comienzo nos costó mucho entender lo que nos decía, pero conforme nos íbamos acercando a “El Londres”, cada vez se hacía más claro. Ella era una mezcla entre la reina Isabel y la Pat Vincent: los ojos hundidos, los pómulos prominentes, los labios delgados. La definición de ingleses. Nuestra lata de tener que compartir el viaje rápidamente se esfumó. Conversamos todo el camino de política, historia, museos, viajes, lingüística... en fin, eran ultra cultos y viajados y MUY simpáticos. Ellos se comieron sus sándwiches y nosotros los nuestros y nos reímos todo el camino.

El Chunnel no fue nada espectacular. Es un túnel común y corriente. En los veinte minutos que demoró cruzarlo, no pensé ni una vez que qué nervios que estábamos debajo del agua. Encendí mi laptop y trabajé hasta el final del viaje, mientras Andrés y estos señores copuchaban de lo lindo.

Llegamos a Londres a las 3 de la tarde. Atrasamos los relojes una hora, agarramos las maletas y partimos al Underground a tomar el tren al hotel. Sabía en qué estación teníamos que bajarnos pero no había apuntado cómo llegar ahí desde Waterloo, que era la estación donde estábamos. Cambié los pocos euros que me quedaban por libras y fuimos a la boletería automática a ver si nuestras tarjetas de crédito habían vuelto a funcionar. Aunque la de Andrés no, la mía SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!!!!!!!!!!!!!!!!! Qué emoción!!!

No sabíamos qué tipo de boletos comprar. Allá los dividen por zonas y qué sabía yo cuántas zonas viajaríamos. Optamos por comprar un pasaje de ida nada más, los que nos costaron 8 libras!! Es decir, casi 16 dólares y medio por dos pasajes de metro... qué horror. Pero como no íbamos a probablemente ir a ningún lado en metro esa tarde, pensamos que no valdría la pena comprar el ticket para el día. En fin...

Vimos que desde Waterloo había que tomar el tren de la línea Bakerloo hasta Embankment y ahí cambiar de línea a la Circle Line, la que nos llevaría hasta nuestra estación: Bayswater. Parecía sencillo. En Embankment seguimos los letreros hasta la Circle Line westbound, la línea amarilla y cuando llegó el tren, nos subimos. Pero rápidamente nos dimos cuenta que el tren no era Circle sino District, la línea verde. Pero cómo?? Pues resulta que algunas líneas comparten andén... GRRRRRRR.

Vuelva a bajarse con las maletas. Por lo menos no teníamos que cambiarnos de plataforma. Ahí vimos que tenían unos cartelitos que anuncian qué tren viene y cuándo va a llegar. Les diré que incluso con ese cartelito y armados del mapa del Underground, no fue la última vez que por apuretes nos subimos al tren verde en vez del amarillo...

Fue un choque cultural para estos wannabe parisinos cuando salimos de Bayswater a la calle. Habían tipos con carteles publicitando restaurantes, otros con carteles publicitando hoteles, una bulla y locura... Y nosotros, recién llegados con nuestras maletas, tratando de ver para dónde había que caminar hacia el hotel... pues era obvio que éramos turistas y eso nos hizo un blanco perfecto. Después de navegar por el mar de gente que había en la calle, y haciendo caso a la orden marcada en la calle de mirar a la derecha antes de cruzar (cuántos turistas morirán atropellados en Londres por mirar al lado equivocado?!), fuimos al Tesco (como un mini market) a comprar agua y unas cervezas. De ahí, a caminar las cuatro cuadras al hotel.

El hotel era mucho más grande que el de París, aunque el ascensor era enano. Nuestra habitación quedaba en el primer piso (el segundo piso para los norteamericanos) y tenía piscina! Pese a nuestro entusiasmo inicial por lo de la piscina, y a haber llevado nuestras ropas de baño y hasta goggles, no la usamos ni una vez. Lo que más nos interesaba era el wireless pero ya vimos que había que pagar 10 libras por día y como estábamos multiplicando por 2,3 para convertir a dólares, nos pareció una burrada de plata. Al final de cuentas valía más la pena encontrar un Internet café.

Nuestra pieza tenía el techo altísimo y una salida al balcón. Esa noche conocimos a nuestro vecino, que también tenía acceso al balcón, un español de Granada que viajaba con su mujer. Total que el pata era traductor también así que hasta hicimos un buen contacto!

Mi única queja con esta pieza era que la alfombra y la cortina estaban inmundas. Pero en fin, no íbamos a pasar mucho tiempo ahí y llevábamos pantuflas así que no era problema. Desempacamos la compu, la aseguramos con el candado, nos cambiamos de ropa (hacía frío!) y partimos a caminar por el barrio del hotel. Para empezar, el barrio entero era un hotel tras otro. Todos igualitos. Fue un milagro que encontráramos el nuestro dado que los números de la calle son para confundir a cualquiera!

A tres pasos del hotel había una tienda, una botillería, un Internet Café y dos restaurantes. Estábamos MUY bien ubicados. Lamentablemente el Internet Café estaba siendo renovado y pese a que nos prometieron que para el lunes estarían abiertos, no creo que los vimos abrir antes de partir a Toronto. Pero la verdad es que no importó mucho: a cuatro cuadras estaba la calle Queensway, donde estaba el metro, mil tiendas, Whiteleys (un centro comercial) y puerta por medio era un cibercafé. Para la escasez que había en París, nos dejó súper sorprendidos. El más barato que encontramos costaba 50p por media hora y eso era todo lo que necesitábamos, al fin y al cabo era el fin de semana. Seguimos caminando al norte por Queensway, encontrando un Starbucks donde trabajaba un pata colombiano muy simpático, y entrando al Whiteleys donde había un Marks and Spencer (ya no teníamos ropa interior!). De ahí seguimos hacia Westbourne Grove y caminamos al oeste hacia Notting Hill. El barrio era muy “hip”, lleno de pubs y a esa hora estaban todos llenos. La gente va al pub después del trabajo y se encuentra ahí con sus amigos, se toman sus chelas en la calle; de hecho a veces veíamos gente parada varios metros más allá del pub con sus chelas en mano, conversando.

Seguimos por la misma calle hasta Portobello Road, donde los domingos hay “mercado”, más como una feria artesanal. Por todos lados habían carteles con advertencias para los turistas de tener cuidado con los carteristas. Las callecitas eran cuchis, pero no podíamos sino compararlas con lo que habíamos visto en Suiza y en Francia y la verdad es que no estábamos muy impresionados que digamos. Creo que el haber estado en países donde no se hablaba nuestro idioma nos había transportado a otro mundo y el volver a hablar en inglés, aunque los autos manejaran por el lado izquierdo de las calles, nos trajo de vuelta al planeta tierra. De repente deberíamos haber partido por Londres... Además ya estábamos cansados de tanto caminar y un poco “overwhelmed” con todo lo que habíamos visto. Tampoco ayudó mucho el clima gris, húmedo y hasta frío de Londres, cuando en París habíamos terminado en polera de manga corta, short y sandalias. Pero, en fin, nos repetíamos que “estábamos en Londres!!” y que había que aprovechar. Nos regresamos hacia el hotel bordeando el norte de Kensington Gardens/Hyde Park, y paramos a comer en un restaurante “Thai” donde no había ni un tailandés.... eran todos chinos. La comida era una porquería pero igualmente regresamos al hotel dispuestos a emperifollarnos y salir a carretear!! Era sábado por la noche en Londres, la capital del carrete!!!

Tanto emperifollo terminó siendo en vano, pues a pesar de que tienen ahora permiso para comprar alcohol en lugares con licencia de 24 horas, los tienderos sólo venden alcohol hasta las 10 y media y los pubs cierran a las 11. Hay que conocer a dónde ir, quién tiene licencia, a no ser que quieras ir a un nightclub y pagar un tremendo cover nada más para entrar. Ya no estábamos para esos trotes después de carretear tan rico en París. Terminamos compartiendo la botella de vino que traíamos de París con el vecino del hotel, copuchando hasta como la medianoche, y de ahí salimos a caminar a ver qué onda, pero rápidamente nos dimos cuenta que no había ni una onda y regresamos a dormir.

Al día siguiente cruzamos Kensington Gardens para ir a la tienda Virgin más cercana a comprar más minutos para nuestro celular londinense. El parque era precioso y estaba lleno de ingleses de todas las edades haciendo deportes, paseando al perro, leyendo y disfrutando del “casi sol”. Había una lagunita, the Round Pond, donde estaban navegando barcos a control remoto... muy lindo y MUY inglés... Después de hacer nuestra diligencia en Virgin encontramos un restaurante y bruncheamos ahí antes de partir al mercado Spitalfields al otro lado de la ciudad. Si hubiéramos ido más preparados, hubiéramos desayunado en el hotel (incluido con el cuarto) y nos hubiéramos ahorrado nuestra platita para comprar pilchas y reliquias en el mercado, pero en fin... ya aprendimos para la próxima.
Después del brunch caminamos por Kensington Church Street hacia el Underground de Notting Hill donde sí compramos los tickets diarios esta vez. Nos salieron casi 5 libras cada uno por día pero teníamos uso ilimitado del transporte público después de las 9 y media de la mañana, por las zonas 1 y 2, las más centrales. Con tickets en mano, partimos a la estación Liverpool Street, en el centro de Londres.

Al salir de la estación del metro, divisamos un edificio con la forma de un enorme huevo de Fabergé. Nos dejó ultra intrigados durante el resto de nuestra caminata porque aparecía y reaparecía entre los edificios. Después nos enteramos que el edificio es conocido como el Gherkin (pepinillo) y que el dueño es Swiss Re, una empresa reaseguradora - no tan interesante como su edificio.

El mercado Spitalfields era como una feria gigante donde vendían todo tipo de cosas, desde anteojos para el sol de la época de la pera (usados) hasta joyas y comida... de todo. Era una bulla y un gentío increíble. Saliendo del mercado y cruzando un par de callecitas torcidas llegamos a Old Brick Lane, que más que estar en Londres nos hizo sentir que habíamos llegado a Bangladesh! Qué gentío!! Habían cerrado la calle para la celebración del año nuevo y era la locura: puestos de mendhi, gente caminando con sus cocos verdes en mano (bebiendo agua de coco verde), una mezcla de olores y colores, y UN MONTÓN de basura por TODOS lados. Nosotros vivimos muy cerca a Little India en Toronto y nunca habíamos visto tanta basura después de un festival de calle. No sé si estaba quizás muy sensible pero me chocó muchísimo. Mi imagen de Londres era tan diferente!!

Luego de guiarnos con el mapa por una de las calles más feas de Londres (y digo una de las más feas porque hubo varias otras), llegamos al Tower Bridge, para cruzar a la rivera sur del Támesis que nos habían dicho sería un lindo paseo. Mi desilusión me había afectado tanto que me tuve que sentar un rato frente al HMS Belfast (un barco de guerra que me hizo acordarme mucho del Elo) a tomarnos un té y a tratar de recomponernos. El té nos hizo muy bien y seguimos nuestra caminata al borde del Támesis, hacia el museo Tate Modern, pasando por las callecitas del malecón, donde en cada esquina podíamos “ver” a Sherlock Holmes. Habían unos edificios antiquísimos en ruinas - en París los edificios que vimos eran mucho más nuevos (Haussmann se deshizo de como 60% de los edificios medievales de París) aunque aún clásicos, pero en Inglaterra vimos unos del año 1300, de los que sólo quedaban fachadas o porciones porque la mayoría se había quemado en el gran incendio del 1666. Pero fue interesante ver el contraste de lo antiguo y lo nuevo. Pasamos por el Globe, el teatro Shakesperiano, que estaba cerrado a esa hora. El teatro original de Shakespeare se quemó en 1613 cuando durante una presentación de Henry VIII dispararon un cañón y este incendió el techo del teatro. Pese a que lo reconstruyeron antes de la muerte de Shakespeare, los Puritanos lo demolieron en 1644. Casi tres siglos y medio después, en 1989, encontraron las ruinas de los cimientos y en el ’93 lo reconstruyeron siguiendo los planos del teatro original. Me hubiera encantado verlo por dentro pues es un poco peculiar (es octagonal) pero quedará para la próxima, junto con varios otros lugares que no alcanzamos a visitar.

El Tate Modern, museo de arte moderno también estaba cerrado, por lo que cruzamos por el Millenium Bridge a la rivera norte y decidimos tomar el Underground a Piccadilly Circus, el Times Square de Londres, donde preguntamos a un tipo adónde podíamos ir a tomarnos un té; su recomendación fue el Hard Rock Café... obviamente no era el guía más indicado.

Tomamos el double-decker a Harrod’s pero también estaba cerrado. Más desilusionados caminamos por Brompton Rd al Museo de Victoria y Albert pero, ¿adivinen qué? ESTABA CERRADO..... Ultra desilusionados y cansados nos compramos nuestra botellita de vino y nos fuimos en el metro hacia el hotel a ver qué hacíamos porque TODO estaba cerrado. Al paso que íbamos hubiera valido más la pena quedarnos en París un día o dos más.

Camino al hotel paramos a cenar en un restaurante italiano en nuestro barrio y a comprar chocolates y nueces para munchear en la habitación. Esa noche me llamó mi mamá. Me hizo un bien enorme conversar con ella porque ella adora Londres (donde para los que no saben pasé dos años y medio de mi niñez). Me contó cuentos de cuando era chiquita, de nuestras caminatas por los parques, de los monumentos, las tiendas de libros viejos... y creo que logró infundir en mí una sensación de familiaridad con esta ciudad que no lograba encantarme. Quería averiguar más de la ciudad y planear el paseo del día siguiente así que decidí pagar las 10 libras del wifi del hotel. Terminé pasándome varias horas tratando de hacerlo funcionar. Grrrr... por qué tiene que ser todo tan complicado?

A la mañana siguiente, lunes, habiendo aprendido nuestra lección, desayunamos en el hotel. Su desayuno continental era un buffet con todo tipo de pancitos, jamones, salames, pepinos, tomates y huevos duros. Nos hicimos sándwiches para más tarde, nos llevamos unos huevos duros para el camino y hasta nos robamos unos pancitos para las palomas. Salimos como al mediodía al final porque tenía un trabajo por entregar y había alguna terminología que quería chequear. Habíamos decidido ir directo al Tate Modern.

Nos tomamos el bus porque el Underground nos pareció demasiado fome, y este nos llevó por el lado norte de Hyde Park hasta el Marble Arch donde dobló a la derecha y bajó por Park Lane (me acordé de ti, Mami, cuando pasamos por el Grosvenor House), cruzando Piccadilly siguió hacia el sur por Grosvenor Place y luego dobló por Victoria y nos dejó justo en frente de Westminster Abbey, el Parlamento y el Big Ben. Qué lindura de edificios!!

En Westminster tomamos el Underground hasta Black Friars y cruzamos otra vez el Millenium Bridge, volviendo sobre nuestros pasos del día anterior, hacia el Tate Modern, una antigua planta de energía que han transformado en un impresionante museo de arte moderno. Éste y el Louvre fueron los únicos dos museos que vimos en nuestro viaje. Desde un principio habíamos decidido caminar las ciudades en vez de meternos a los museos... eso podía quedar para un segundo viaje. Pero tanto nos hablaron del Tate Modern (y bueno, con el Louvre no hay caso... no puedes pasar nada más por en frente) que entramos y hasta pagamos para ver la exhibición que tenían (el resto del museo es gratuito). La exhibición que vimos era de dos artistas, antiguos maestros de la escuela Bauhaus - Albers (alemán), y Moholy-Nagy (húngaro) - que terminaron cruzando el charco y erradicándose en los Estados Unidos en los años 30. Aparte de sus pinturas, había mucha fotografía, instalaciones de video y artefactos, en fin, de todo nuestro gusto. Gozamos como chinos y salimos inspirados. De ahí bajamos a ver la colección permanente, entre la que encontramos obras de Matta, Picasso, Dalí, Francis Bacon, Miró, Man Ray, y muchos otros notables artistas modernistas, surrealistas, y realistas. Algunas cosas eran chocantes, pero otras, como la Llorona de Picasso que tantas veces había visto en mis libros y las diapositivas de la universidad, me dejaron encantada.

Cuando salimos del museo nos fuimos caminando hasta el malecón donde nos tomamos una cerveza, dimos de comer a las palomas, y me comí mi huevo duro...mmm.... Ahí aproveché de hablar con mi amiga Charlotte, con la que nos habíamos quedado de ver, y con Kirstie, amiga de unos amigos de Toronto, con la que habíamos quedado de juntarnos esa noche a cenar comida hindú. Total que con Charlotte quedamos en ir a comer a su casa la noche siguiente, nuestra última noche en Londres. Kirstie, por otra parte, nos explicó como llegar a donde iríamos a comer, cerca de su casa hacia el sur de la ciudad. Tomamos el bus a dos pasos de donde estábamos, al pie del Blackfriars Bridge. Los idiotas cruzamos la calle a tomar el bus sin acordarnos que los autos andan por la izquierda, así que vuelta a cruzar al otro lado para ir en dirección sur. El viaje de 20 minutos nos llevó por unos barrios no tan lindos. Cada vez se iba poniendo más y más “mala” la zona hasta que nos bajamos en un barrio en el que claramente no había que perderse de noche. Llamamos a nuestra anfitriona de la tarde y nos explicó para donde ir, pero le entendí al revés y empezamos a caminar en dirección contraria... muy monga! A diferencia de París, en Londres todos hacen lo posible para NO mirarte. Incluso cuando les tratas de hacer una pregunta. Otra cosa que nos dimos cuenta era que los nombres de las calles son tan confusos (Campberwell Church, Campberwell Street, Campberwell Green están todos en la misma cuadra), que ni los residentes saben los nombres. Ahhhhhh pero TODOS saben donde queda el pub!! Siguiendo las instrucciones de dos transeúntes, terminamos en un pub muy “butch” donde unas chicas más gruesas que Andrés nos indicaron para donde ir. Camino de regreso, esta vez en la dirección correcta, nos encontramos con un español (está lleno de españoles Londres), que nos dijo que el barrio no era tan malo, pero que sí hay algunas cuadras malas. La ciudad es entera así, mezclada, en parte porque los bienes raíces son tan caros que la mayoría de las parejas jóvenes sólo pueden comprar casas en los barrios menos populares. Y así se van “limpiando” y renovando los barrios - un poco como Toronto.

Finalmente llegamos al pub donde habíamos quedado en encontrarnos. Kirstie e Iain nos esperaban con cervezas heladitas. Los dos eran un amor de personas, ella inglesa y él escocés. Conversamos rico con nuestras cervezas y nos dispusimos a caminar unas cuadras más hasta el restaurante hindú. La comida estuvo IN-CRE-Í-BLE. Comimos tan rico que decidimos que a la vuelta tendríamos que encontrar otro restaurante hindú porque el pakistaní al que vamos siempre no le llega ni a los talones a éste.

Después de la comida nos invitaron a conocer su casa. Ahí nos sentamos y conversamos laaaargoooo rato, tomando unos vinos, hasta que llegó la hora de partir. Aunque nos insistieron en que nos irían a dejar al paradero del bus, no queríamos molestar así que fuimos solos, siguiendo sus indicaciones. Una vez en el paradero nos dio un poco de susto porque realmente de noche las cosas se ven más negras. La gente que andaba dando vueltas tenía una pinta de mala. Pero no pasó nada extraordinario, el bus vino y nos subimos al segundo piso a ver pasar a Londres de noche. Apenas cruzamos el río, los barrios se “embellecieron”. El bus nos dejó en Paddington, a unas siete cuadras del hotel. Pero la noche estaba tan linda que no nos importó caminar, además que después de caminar de noche por Campberwell, Bayswater era un lindura.

El último día entero que pasamos en Europa lo estiramos como chicle. Ese día teníamos que hacer una conferencia telefónica con México así que nos compramos nuestras tarjetas telefónicas, ubicamos los teléfonos públicos del hotel (uno al lado del otro) y partimos al London Eye, una rueda de Chicago gigante que queda al lado del Acuario de Londres, desde la que se pueden ver unas vistas increíbles de la ciudad. Esta vez sí que fuimos aperados de pan para los patos que nos encontraríamos en los parques porque nos íbamos a ir a pie desde el hotel hasta el Eye por Hyde Park y St James Park.

La caminata, pese a que fue larga y a que nos dolía cada músculo de las piernas después de casi dos semanas de puro caminar, fue hermosa. Los patos de Hyde Park eran divertidísimos. A la entrada del parque hay cuatro fuentes y cada una tiene su pareja de patos. Lo divertido es que cuando empecé a tirar pancitos los patos de las otras fuentes venían a comer y los patos “residentes” los sacaban cascando de “su” fuente. Uno hasta le mordió el culo al otro cuando éste trataba de salirse de la fuente. Nos hicieron reír mucho... Al final, el pobre pato correteado me esperó entre las palomas (a las que él no dejaba acercarse a su pan) y le tiré pedacitos de pan que pescaba en el aire, cual perro.

Después nos fuimos bordeando The Serpentine, una laguna larga en el parque, donde nos encontramos con más amigos plumíferos hambrientos, entre los más notables un cisne que comió de mi mano y que era casi tan alto como yo (lo que no es mucho para un humano pero para un cisne sí lo es!), y una pata marroncita que era una belleza (ver fotos).

De Hyde Park cruzamos a St James Park al pie de Piccadilly y caminamos por el camino del parque hasta el Palacio de Buckingham (donde dejamos vuestros saludos a la reina); luego, seguimos camino hacia Westminster, cruzamos el puente y llegamos al London Eye - medio muertos. Cuando vi la cola, aunque avanzaba rápido, no me dio la gana de esperar así que cuando vimos que podías pagar más para saltártela, dije “perfecto”. Para mi gran desilusión, cuando salimos de la boletería vimos que ya no había cola alguna... MERDE.

Para sumarle al apestamiento por haber pagado tanta plata por nada, teníamos hambre y sed, no nos quedaba ni un duro partido por la mitad (teníamos que ir al banco pero no había ninguno cerca) y cuando llegamos le dijeron a Andrés que tenía que pasar su mochila con su película de cine por rayos X. El guardia era un pesado además; no quería saber nada de excusas. Al final, después de hablar con el encargado nos dejaron subir sin radiografiarlo... pero mi amigo ya estaba furia.

Por suerte la vista desde las naves era espectacular porque ligerito se le quitó el enojo a mi compadre y pudimos disfrutar de Londres desde el cielo. ¿Se acuerdan de las pilas que compré en el Migros de Ginebra porque quemé el cargador? Bueno, al bajar del London Eye se terminaron de agotar, así que ahí sacamos nuestras últimas fotos del viaje.

Después de nuestro “vuelo” (como es auspiciado por British Airways te dicen “enjoy your flight” cuando te subes), tomamos el Underground de vuelta al hotel para nuestra conferencia. Llegamos con las justas y nos conectamos perfecto, cada uno en un teléfono público diferente, pero las tarjetas se agotaron antes de tiempo!! Habíamos pagado 5 libras por cada una y sólo estaban durando 15 minutos (aunque prometían 120)!! Para hacerles el cuento corto, terminamos usando el teléfono de la pieza para hacer el llamado y por algún motivo no nos lo cobraron... por suerte porque las tarjetas nos habían costado una fortuna!

De ahí partimos a casa de Charlotte a comer. Ella vive unas estaciones hacia el norte del hotel, en Kensal Green. La pasamos TAN BIEN esa noche... no sólo fue riquísimo verla sino que además no nos veíamos hacían 12 años, pero no parecía... Ella estaba panzona, a cinco semanas de dar a luz a su segundo hijo (tiene una hijita de tres años, creo - no la conocimos porque estaba durmiendo) y su marido era muy simpático... quedamos con ganas de vernos más a menudo - qué pena vivir tan lejos!

Esa noche, de regreso en el hotel hicimos las maletas para dejar todo listo para nuestra partida la mañana siguiente. No podíamos creer que ya había llegado la hora de regresar. Aunque el viaje no fue tan largo, poco menos de dos semanas, nuestra realidad en Toronto parecía estar a años luz. Pero, por otra parte, teníamos ya ganas de dormir en nuestra cama, apachurrar a Lucas y lavar nuestra ropa!!

A la mañana siguiente nos levantamos ultra temprano para emprender el viaje de aproximadamente una hora hasta el aeropuerto en el Underground. El vuelo salía al medio día y teníamos que estar allá con 3 horas de anticipación. El viaje al aeropuerto fue mucho más rápido de lo esperado y estuvimos sentados en un café en Heathrow, chequeando emails y esperando a embarcarnos a poco menos de hora y media de haber tomado el tren.

Nos tomamos nuestras pastillitas mágicas antes de embarcarnos y antes de despegar ya estábamos cabeceando de sueño... atrasamos el reloj cinco horas y dormimos prácticamente todo el vuelo hasta Toronto, donde nos esperaba nuestra amiga Margarita con los brazos abiertos.

Llegamos de vuelta a Toronto hace una decena de días y ya los días pasados en Europa parecen haber sido un sueño. ¿Por qué pasará esto cada vez que uno viaja? Ayudada por fotos y boletas (y mi memoria - viva!!) he reconstruido nuestras peripecias aquí para ustedes, de paso volviendo a viajar yo misma por todos los lugares que “vivimos”. Mi conclusión para esta crónica es que tengo que regresar al viejo continente pronto. Me queda tanto por ver y vivir! Pero estoy muy agradecida de haber podido ir en este viaje con Andrés, separarnos brevemente de nuestras rutinas y problemas, y gozar de casi dos semanas juntos en otra parte del mundo, solos los dos en una realidad tan diferente a la nuestra.

¡¡¡VIVAN LAS VACACIONES!!!

Fin....

Thursday, May 25, 2006

EUROPA: De París a Londres

El hotel no era gran cosa; lo encontré en la Internet y las críticas que leí de otros que se habían quedado ahí eran muy buenas. Además aparecía en su sitio que tenían acceso a wifi y esto era súper importante para nosotros pues viajábamos con el laptop para poder seguir al tanto de todo mientras estábamos allá. Llegamos retarde y con ganas de irnos a tomar unas chelas así que decidimos que dejaríamos las maletas y la computadora con el nuevo candado que le habíamos comprado y que partiríamos a explorar los alrededores. Antes de partir tratamos de conectar la compu a la red inalámbrica pero no funcionaba la conexión. Nos rendimos y decidimos dejarlo para la mañana siguiente.

París es como un caracol de arrondissements o barrios numerados. El primero está en el centro de París y luego, siguiendo las manillas del reloj, los otros lo rodean con la forma de un caracol. Nuestro hotel quedaba en el borde del arrondissement número 5: el quartier latin. Este barrio se llama así porque es el barrio universitario de La Sorbonne, donde en antaño la comunidad universitaria hablaba latín. Cruzando la calle estaba el número 13 y al otro lado del Sena estaba el 4º y el 12º. Lo ideal de nuestra ubicación era que de nuestro gare (estación), salían las líneas 10 y 5 del metro, que nos llevaban prácticamente a todas partes. La 10 iba por la rive gauche (o rivera sur) del Sena hacia el Bois de Boulogne (conocido como el “jardín de las delicias terrenales”, como la pintura del Bosco...) y la 5 hacia el norte, de la que generalmente nos bajábamos en Bastille para tomar la 1 hacia el oeste por la rivera norte. La verdad es que más bien usamos el metro para acercarnos porque lo caminamos todo en París. Me quedé sin suelas de tanto caminar. Es una ciudad tan linda que hasta cuando llovía preferíamos caminar con los paraguas del Migros porque los olores de los jacarandas en flor y de la comida deliciosa (hasta los boliches más hediondos servían pato!). La única vez que nos tomamos un taxi fue la última noche... ya les cuento más adelante.

Esa primera noche nos aperamos de paraguas y salimos a pasear, con las antenas un poco demasiado paradas porque nos habían metido miedo de los peligros de París y como no conocíamos dónde estábamos... pues nada. El estado de alerta no nos duró demasiado. Al poco rato era obvio por donde ir y por donde no. Estábamos en un barrio súper tranquilo. Nos fuimos caminando por nuestra calle y luego bajamos por otra y luego por otra, todo el rato buscando un bar. Pero estaba todo cerrado. Era lunes pues también. Finalmente encontramos un bar de mala muerte y nos tomamos un vaso de Kronenberg 1664, una cerveza que encontramos en todas las ciudades que visitamos (en Canadá no hay) pero que en esta ocasión no tenía mucho gas. Al regreso se largó a llover pero no nos aguó el panorama. Cruzamos la calle a un McDonalds (el único restaurante abierto) y nos compramos unas hamburguesas. Es verdad lo que dice Vincent Vega en Pulp Fiction. Los Quarter Pounders with Cheese SÍ SON ROYAL CHEESE!! Y el Big Mac.... LE BIG MAC! Muertos de la risa regresamos al hotel en la lluvia. Paramos en una tiendita que estaba por cerrar y nos compramos unas botellas de agua y una botella de vino. El vino que compramos en París era botado de barato y siempre delicioso. Ya de vuelta en el hotel nos instalamos a comer las hamburguesas y a tomarnos nuestra primera copa de vino francés en París, mientras en la tele daban un episodio viejísimo doblado al francés de NYPD Blue. Muy divertido ver a Dennis Franz gruñendo en francés.

A la mañana siguiente luego de quejarnos en recepción, nos contaron que no había acceso a wifi desde el hotel. Estábamos tan apestados!! Nuestro primer día en París y teníamos que ocuparnos ahora de encontrar una alternativa. La mujer del hotel nos dijo que de todas maneras encontraríamos algo en Place D’Italie, una rotonda en el 13 donde había un mall. Para allá partimos, a pie, parando en un boliche en la avenue Des Gobelins a tomar desayuno... mmm el café con leche era de película. Y el Croque Monsieur tenía el queso derretido por fuera! De ahí seguimos rumbo a la famosa Place D’Italie. Una vez en el mall no encontrábamos ningún cibercafé. Nadie sabía dónde podría haber uno... entre una y otra tienda, encontramos una que nos prestó su acceso a Internet y ahí buscamos y encontramos un café en St-Germain (el 4º). Total que partimos en el metro a Cluny-La Sorbonne y finalmente encontramos el bendito café. Ya estábamos tan tensos y apestados que la pobre Marie Jo, mi colega parisina a cargo de Amero, estaba espantada al escuchar nuestro tono de voz. No podía creer que pudiéramos estar tensos en su ciudad! Regresamos al hotel a dejar la computadora y en recepción nos quejamos con la recepcionista de la tarde: “Pero cómo”, nos dice, “si el McDo de la esquina tiene wifi gratis”... Así fue como el McDo se convirtió en el McOffice. Inmediatamente partimos a ver nuestra nueva sede de trabajo. Bastante bonito el local. Y el café exprés... de película. Ahí mismo me metí al sitio web de los tours en bus y reservamos un espacio para ir de tour al día siguiente, al mediodía. Después de chequear mails y sentirnos más en onda, dejamos la compu en el hotel y partimos caminando con sólo paraguas por el borde sur del Sena, hasta la Île de la Cité. Apenas divisamos la Catedral Notre Dame nos acordamos de por qué estábamos en París.

Cruzamos el Sena hacia la Catedral, por el Puente Puente (Pont Pont se llama!) y quedamos maravillados con la belleza de la catedral, con los detalles de su fachada, la enormidad del edificio. Ya era muy tarde para entrar pero vimos que a las 8 había un concierto de canto gregoriano y decidimos regresar. Mientras tanto, visitamos el Hôtel de Ville, donde nos acordamos mucho del Topo (pas de vacances, jajaja) y de ahí partimos hacia el barrio judío Le Marais a comer. Nos habían recomendado un restaurante llamado Chez Goldenberger pero al no encontrarlo nos acercamos a una pareja de chicos muy guapos (luego nos dimos cuenta que este barrio estaba lleno de chicos guapos... sólo que no supimos la razón de tanta guapura junta sino hasta la última noche) quienes nos indicaron que habían cerrado por un problema con el ministerio de salud! Total que Chez Marianne era la alternativa que nos recomendaban y para allá partimos.

Le Marais, el pantano, era originalmente el barrio de la aristocracia, pero luego esta se mudó a Versalles y el barrio comenzó a decaer. Luego, en los siglos 19 y 20, los judíos de Europa Oriental se mudaron al área y pasó a ser considerado el área de la industria de de la confección. Hoy en día todavía es un barrio judío, con negocios kosher y restaurantes de comida judía, pero lo que no sabíamos es que es también el barrio gay y en las noches salen todos los chicos guapos vestidos impecables a jaranearse a los bares. Para allá fuimos a nuestra despedida de París... más adelante sigo con ese tema. En esta visita vimos el barrio diurno: más bien poblado de hasídicos caminando por las callejuelas con sus baguettes y paraguas, que si hacías caso omiso a los Smart Cars que se metían por las callecitas, parecían ser parte de una escena en una película de época... como se visten de negro, muy anticuados, con sombreros de ala y los edificios no han cambiado, las callecitas siguen siendo chiquitas y de adoquines... era como transportarse a otra era.

Nos instalamos a comer tabouli, hummus, felafel y otras delicatessen en Chez Marianne... no era tan fabuloso que digamos pero ya estábamos muertos de hambre. Llegamos felices y contentos a Notre Dame a la hora de concierto. La catedral por dentro estaba iluminada con arañas de “velas”, una luz muy tenue y meditativa. Las voces de los cantantes resonaban en la acústica impecable del edificio. Las sentías vibrando en el pecho. Seguíamos las letras en el programa para ver qué decían en latín. Me parecía fabuloso como entonaban cada sílaba, alargándola de modo que una oración de cuatro frases demoraba 10 minutos en cantarse. Mi-i-i-i-i-mi-i-i-i-mi-i-i-i-se-e-e-e-e-e-e-se-e-e-e-e-e-ri-i-i-i-i-ri-i-i-i-i-cor-o-o-o-o-o-cor-di-i-i-i-i-i-i-i-i-i-a-a-a-a-a-a-a (misericordia, para los impacientes!).

No nos quedamos hasta el final del concierto porque había tanto por ver todavía y teníamos sólo 3 días más, así que nos salimos muy discretamente y tomamos el metro hasta la estación Charles de Gaulle Étoile. Para qué les cuento nuestra impresión cuando íbamos subiendo a la calle por la escalera mecánica y se apareció frente a nosotros el Arco de Triunfo! Además estaba iluminado de azul... no.... muy impresionante. Estuvimos largo rato admirándolo, pensando en Napoleón y en Haussmann, urbanista responsable de las vistas impresionantes desde monumentos como el arco de triunfo, del cual salen 12 avenidas, formando un sol o estrella. Una de las avenidas es Victor Hugo, donde vivió el Elo en el número 23. Esa fue nuestra próxima parada. De ahí nos fuimos caminando por las callecitas de ese barrio, el 16º, que es muy elegante. Los jacarandas en flor estaban por todos lados y el olor era delicioso. Bajamos por la Avenue D’Iena hacia la dama de París: la torre Eiffel. Cuando la divisamos a la distancia, entre los edificios residenciales, nos pareció mucho más alta e impresionante de lo que nos habíamos imaginado. Además tocó la casualidad que justo había dado la hora y siempre que da la hora pasa de estar iluminada entera azul a resplandecer con mil luces, como si hubiera un millón de turistas sacando fotos con flash desde la torre. Se veía hermosa.

Cruzamos el puente hacia la torre, realmente impresionados con ella. Se la ve en tantas fotos y es como tan cliché su imagen, pero cuando la tienes en frente... no sé... fue como ver a una estrella de cine. Además, desde el punto de vista arquitectónico, su diseño es tan simétrico que te da una sensación de tranquilidad. No tiene igual, no hay nada que hacer.

Ya saciados con tantas vistas y caminatas, y con los pies ultra adoloridos, corrimos a coger el último metro de la noche (eran las 12 y media!) de vuelta al hotel, donde bajamos las fotos a la computadora, nos tomamos una copita de vino y caímos muertos.

El miércoles por la mañana nos despertamos temprano para poder ir a la McOffice antes de hacer el tour de París. Era otro día gris en París. La vista de la ventana del hotel no era bonita pero sí mostraba a la perfección lo bullicioso y la actividad de la ciudad. Si abríamos la ventana, el ruido era ensordecedor. Después de revisar correos y ponernos al día con la chamba, partimos al metro hacia la rue de Rivoli, donde frente al Jardin de Tuileries nos esperaba el bus. El tour no me gustó mucho, aunque sí se aprenden muchas cosas escuchando la grabación, pero la verdad es que París es para recorrerla a pie. Es una ciudad tan compacta y linda que vale la pena conocerla en persona, y no desde la ventana de un bus. El bus sólo paró en la Torre Eiffel, su destino final antes de regresar a la rue de Rivoli, pasando por St Germain, la plaza de la Concordia, el Louvre, el Grand Palais y el Petit Palais, la Opera, Place Vendome (el Ritz), Palais Royal, Notre Dame... en fin, muchos de los mismos lugares que habíamos visto el día anterior y muchos otros que no alcanzamos a volver a ver y que definitivamente merecen otra visita (me iría mañana mismo!).

En nuestra segunda visita a la torre Eiffel, esta vez de día, pudimos verla desde otra perspectiva. La noche anterior la habíamos mirado desde el Palais de Chaillot, al otro lado del Sena. Esta vez la vimos por detrás, desde el Champ de Mars (donde está la escuela militar). Qué belleza....

Una vez que regresamos al punto de inicio del tour en la rue de Rivoli, nos fuimos caminando bordeando el Jardin des Tuileries y entramos al patio del Louvre. No sé, en mi ignorancia, pensé que era un museo cualquiera - mentira, no cualquiera, pero definitivamente no tan espectacular como finalmente era. Qué locura!! El Louvre es como una ciudadela, un fuerte abierto, con un patio ENORME. En algún momento de la historia, en ese mismo lugar, estaba el Palais de Tuileries, pero lo quemaron los extremistas de la Comuna de París en 1871 dejando el patio abierto y despejando la vista en línea recta desde el Louvre al Arco de Triunfo. Averiguamos cuánto costaba entrar y vimos que en las tardes daban descuento, por lo que decidimos regresar en la noche, luego de almorzar en Les deux magots y de chequear los mails en la McOffice.

Partimos hacia St Germain cruzando el Pont du Carrousel, caminando hacia el este bordeando el río en la rivera sur hasta la calle Bonaparte. Por ahí bajamos hasta St Germain de Prés, y al frente estaba nuestro premio: un lindo bistro con sillas afuera, todas apuntando hacia la calle con una que otra mesita adelante. Es una de las cosas que más nos chocó al llegar a París: lo mucho que la gente te mira. Y no te piden perdón, no les interesa. Si estás en frente suyo te miran de arriba a abajo. Para este, nuestro segundo día en esta linda ciudad, ya no sólo estábamos acostumbrados, sino que nosotros estábamos haciendo lo mismo. La posición de las sillas en Les deux magots lo decía todo. Para que mirar a tu compañero de mesa cuando tienes a tanta gente caminando por las calles con quien divertirte! Nos sentamos ahí afuerita y nos tomamos unas cervezas que parecían piscinas y luego Andrés se comió un sándwich club y yo una omelet y una ensalada de tomates tan rojos que les tuve que sacar foto. Ñam! Una vez satisfechos, caminamos hacia el metro Mabillon donde agarramos el tren al hotel. Eran unas pocas cuadras pero estábamos cansados con tanta caminata.

En la tarde, después de los deberes, partimos al Louvre otra vez, con su impresionante pirámide de 666 cristales. ¿Han leído ya el Código Da Vinci? Bueno, total que la entrada no costaba gran cosa y no había ninguna cola para entrar a las galerías permanentes (había una colaza para la exhibición del momento pero hay tanto que ver en las otras galerías - incluida la Mona Lisa y la Venus de Milo - que decidimos partir por ahí). Qué edificio más inmenso, por Dios! No había forma de verlo todo. Escogimos el ala Denon, donde estaba la gran galería (y la Mona Lisa) y no nos arrepentimos. Nunca pensé que me impresionaría tanto ver las pinturas que alguna vez estudié en Historia del Arte. Una tras otra, colgadas de la pared, pinturas con tanta historia; sus autores, nombres tantas veces escuchados. Nos habían dicho que la Mona Lisa no nos sorprendería, que era mucho más chica de lo que se imaginaba uno, que con suerte la veríamos pues las hordas de gente que la iba a ver eran tantas que hacías cola para tener un tête-à-tête con la dama de la sonrisa misteriosa. Pero no fue así. Claro que había gente, pero nunca tanta. Estuvimos parados directamente en frente de ella varios minutos, tratando de ver a quién nos hacía recuerdo... divertido pensar que cuando se la robaron, sospecharon que Picasso podría haber estado involucrado! Y que años después un boliviano le tiró una piedra dejándole una marca en el codo! Pero ya no la puede dañar nadie: está resguardada por un vidrio antibalas.

Más impresionante que la Mona Lisa es el cuadro que cuelga directamente en frente de ella: Le nozze di Cana, de Veronese. Es una pintura enorme, de unos 10 x 7 metros y a full color. El tema de casi todas las obras de esta galería era claramente religioso. La Iglesia mandó a hacer muchas de estas pinturas (financiándolas) pero no siempre era el tema predilecto del pintor. Además algunas son tan colorinches que si fueran pintadas hoy diríamos que son kitsch. Pero el arte no es sólo lo que se ve; es también lo que nos dice de la época en que se creó y del autor. Con eso en mente recorrimos el resto de la gran galería y el resto del ala Denon. En muchos de los lugares no se permitía sacar fotos pero pudimos fotografiar la Victoria de Samothrace y la Venus de Milo (para nombrar las más famosas). Es realmente un privilegio poder fotografiar esculturas de cientos de años en una luz tan maravillosa como la que entra por las ventanas del Louvre. Además de ser un excelente ejercicio para estos fotógrafos aficionados, armados con mi camarita digital - con la que sólo sacamos fotos en manual. Es genial poder ir cambiando los settings y ver de inmediato el resultado, el efecto que tiene cambiar la velocidad de la película, la apertura del lente... muy entretenido.

Cuando salimos del Louvre ya se estaba poniendo el sol, en medio del arco de triunfo de Carrousel (un arco de triunfo más chiquito que queda en frente del Louvre). Ya era muy tarde para entrar al Jardin des Tuileries por lo que caminamos otra vez hacia St Germain, esta vez bajando por la calle de la Moneda de Paris que hedía a orina (buaj!), hasta que encontramos un restorancito que nos tincó y ahí nos instalamos a comer. De ahí navegamos por las callejuelas del 6º arrondissement hasta encontrar un bar choro, y me tomé una copa de champagne con esencia de rosa que estaba increíble. Ya de vuelta en mi cama en el hotel, empecé a leer el Código Da Vinci. Y creerán (los que no lo han leído) que empieza en el Louvre? Pues, para qué les cuento mi emoción de JUSTO HABER ESTADO AHÍ HORAS ANTES!!

Al día siguiente, después de la rutina matutina en la McOffice, tomamos el metro hacia el norte de la ciudad, a la Basílica de Sacre Coeur. Diseñada por Abadie, completada en 1914 pero no consagrada sino hasta después del final de la 1ª guerra mundial cuatro años después, es una basílica de estilo romano-bizantino que está sentada sobre el punto más alto de París: Montmartre. Para llegar ahí tomamos el metro hasta Anvers y de ahí empezamos a caminar hacia la salida para caminar hasta el funicular que nos llevaría hasta la cumbre. Camino a la salida vimos que un montón de gente esperaba al lado de un ascensor. Decidimos tomar el ascensor con ellos, sin saber a dónde nos llevaría, pero resultó muy buena movida porque para salir de esta estación de metro hay que subir MUCHAS escaleras. Montmartre está en el arrondissement 18 y desde su cumbre se tiene una de las mejores vistas de París (una de las mejores, porque la de la torre Eiffel me parece mejor... más sobre esto más adelante).

Camino al funicular encontramos un barcito donde nos sentamos a tomar una 1664 (la cerveza que no nos había gustado en nuestra primera noche, ¿recuerdan?), sentados al lado de una pareja muy hippie de California. Él tenía el pelo y la barba largos, con anteojitos para el sol redondos y chiquitos, tipo John Lennon, y vestía una camisa multicolor tie-dye. Ella, nativa, canosa de pelo largo amarrado en una cola, con unos aretes espectaculares. Conversamos poco rato y luego nos volvimos a encontrar con ellos en tres o cuatro ocasiones durante el resto del día. Tanto que ella nos sacó una foto después de uno de los encuentros, en una de las mil crêperies que hay en el pueblito de Montmartre.

El funicular nos llevó el resto del trayecto hasta la cumbre desde donde gozamos la vista de París, identificando los techos más conocidos ayudados por una práctica foto numerada que hay en el mirador.

La basílica en sí es realmente linda, blanca e imponente, y su estilo arquitectónico, aunque la iglesia fue construida hace no tanto, deja la impresión de que ha estado ahí por muchos más siglos.

El pueblito a su izquierda es una monada, aunque nos sentimos acosados por los artesanos que te persiguen para pintar o dibujar tu retrato. Provocaba decirles “tschüss” como a las ardillas. Encontramos una galería de arte con la obra de Dalí y Picasso pero Andrés encontró que si el Louvre costaba sólo 6 euros, pagar 10 por una galería pichiruchi no valía la pena. Algún día volveré...

Decidimos bajar a pie el cerro y respirar el aroma de los jacarandas... mmmm... pura primavera, y en vez de tomar el metro, cruzamos el Boul. de Rochechquart hacia el 9º arrond. donde visitamos la sinagoga más vieja de París y las Galeries La Fayette, una especie de Macys, que tiene un domo de cristal a colores que es impresionante. Ya agotados, pues Andrés estaba cargando la mochila con la cámara de cine y toda su película, decidimos tomar el metro en St Lazare hasta la torre Eiffel, para nuestra tercera y última visita (esta vez hasta la punta).

La cola para subirla a esa hora, el atardecer, no era tan grande; en veinte minutos estábamos a bordo del primer ascensor. Pero la cola para el segundo ascensor, que nos llevaría a la punta, sí que fue larga. Me dolía tanto la espalda cuando por fin nos encontramos en el mirador abierto, junto con otros miles de turistas. Pero la vista desde ahí me curó todos los males. Con el sol ya dorado, próximo a ponerse, el Sena resplandecía y los edificios color crema que hay por toda la ciudad se veían anaranjados, con sus contornos perfectamente delineados por la sombra del atardecer. Creo que ahí me terminé de enamorar de París.

Luego de la larga cola para bajar otra vez al segundo piso de la torre, decidimos terminar de bajarla a pie. Qué brutos que no nos dimos cuenta que estábamos nada más en la mitad de la torre... pensábamos que estábamos mucho más abajo. Cuando terminamos de bajarla ya no podíamos mover los pies... Gateando, fuimos a tomar el Batobus (un barquito que te lleva por el Sena que te puedes subir y bajar en cualquiera de sus paradas), pensando bajarnos frente al hotel. Ya no teníamos casi plata - nos faltaban 2 euros para pagar el ticket. Con el problema de la tarjeta de crédito, todo lo teníamos que pagar con efectivo y volaba de nuestras billeteras, qué horror. Ahí se da uno cuenta de lo que está gastando... sino, con la tarjeta es demasiado fácil. Lamentablemente el último barquito había zarpado cinco minutos antes de llegar. Un poco aliviados porque no sabíamos de donde sacaríamos para el ticket, pero también apenados porque ya no había mucha oportunidad de hacer el viaje en barco (y odiando tener que subir las escaleras del malecón a la calle y cruzar el río para agarrar el metro), nos dispusimos a movernos en dirección al Palais de Chaillot. Ya no jalábamos. Las piernas las teníamos súper adoloridas y mis talones, con la inflamación, parecían estar incendiándose. Pero logramos llegar a la terraza del palacio, y nos sacamos una súper foto con la torre atrás. Llegamos casi gateando al hotel esa noche.

Decidimos ir a chequear mails al McDo y a comer por ahí cerquita. Terminamos saliendo a comer retarde pero encontramos un restaurancito a dos cuadras donde comimos muy rico. De ahí, a la cama rendidos!

Nuestro último día en París, viernes, teníamos una conferencia telefónica con México justo en la mitad del día. Esto nos obligó a salir temprano a recorrer el barrio donde nos habíamos quedado, el quartier latin, que irónicamente era el que menos habíamos caminado. Visitamos esa mañana el Jardin des Plantes, donde saqué muchas fotos para compartir los hermosos jardines con mi mamá, la Place de la Contraescarpe, una plazoleta hermosa rodeada de bares universitarios, y el Panteón, impresionante porque está en medio de la calle, como si nada y es un tremendo edificio (donde están enterrados Victor Hugo, Voltaire, Emile Zola, Rousseau, Marie Curie, entre otros) modelado como el panteón de Roma. Es fuera de serie.

Pasamos por el lado de La Sorbonne y cruzamos hacia el Palacio de Luxemburgo cuyos jardines son una verdadera maravilla. Tienen sillas a todo su alrededor y la gente viene a comer sus sándwich, a leer, pensar, “almorzarse” como dice la Ufa, y a gozar de las hermosas vistas. Ya apurados porque se acercaba la hora de la conferencia, corrimos hacia St Sulpice, una iglesia casi del mismo tamaño que la catedral de Notre Dame que tiene una fama de misterio e intriga por ser supuestamente la sede de una secta secreta (para mayor información, lean el Código Da Vinci, que está basado en esta teoría).

Corrimos al hotel a hacer la conferencia telefónica, la que duró mucho menos de lo esperado, y partimos hacia el Centro Pompidou, un edificio ultramoderno que es la casa del museo de arte moderno de París, donde nos íbamos a encontrar con Alastair, primo de nuestra amiga Marina, a tomar un trago. Resultó que justamente era el día de su cumpleaños, por lo que después de unos vinos, fuimos a Le Marais a seguir el festejo. Esa noche Alastair nos contó de las raíces gay del barrio judío. Y claro, de noche se nota mucho más. Por doquier hay bares y clubes gay, con todos los hombres guapos de la ciudad, ultra bien vestidos, pasándola fenomenal. En el bar donde nos encontramos con los otros amigos de Alastair conocimos a otro grupo de gente y se armó la fiesta. Alastair nos había invitado a ir a cenar con él y sus amigos pero a Andrés le dio pena caerle de paracaidista y decidimos quedarnos en el bar e ir a cenar por nuestra cuenta. Pero sentí que Alastair quedó un poco enojado con nosotros por no acompañarlo, después de habernos llevado hasta este bar, y decidimos finalmente encontrarnos con él en el restaurante.

Nos dio instrucciones de cómo llegar pero no tenía donde apuntar y se me olvidó por completo el nombre de la calle. Sólo sabía que teníamos que ir por la rue du Faubourg. Pues terminamos pasándonos y llegando hasta la Place de La Nation... yo con tacos ya no podía más. Pero al final nos encontramos y comimos y bebimos delicioso en este restaurante de la calle de Citeaux. Al final de esa excelente jarana, nos tomamos un taxi de regreso al hotel.

El sábado por la mañana hicimos las maletas, chequeamos emails y partimos al Gare du Nord a tomar el tren a Londres. Teníamos mucha nostalgia en nuestro viaje en el metro pero de repente se subió un viejo con un parlante y enchufó su micrófono, apretó play y se largó a cantar Guantanamera! Y con acento francés francés - es decir no habla ni jota de español!! Jamás nos esperábamos un show de despedida!! Estuvo genial, cantamos a coro con él (él feliz, por supuesto), y pedimos un encore. De cierre cantó “Down by the Riverside”, por supuesto sabiéndose la letra fonéticamente, y nos desternillamos de la risa con su versión de esta canción (ain gonna sadi wo no mo....). Fue el broche de oro a una de las mejores semanas de nuestra vida.

Continuará...

Sunday, May 21, 2006

EUROPA: De Toronto a París

Llegamos de vuelta a Toronto hace sólo 4 días y ya los días pasados en Europa parecen haber sido un sueño. ¿Por qué pasará esto cada vez que uno viaja? Antes de olvidar los detalles de nuestro viaje, y ayudada por fotos y boletas, lo intentaré reconstruir aquí para compartirlo con ustedes. Nuestro primer viaje a Europa juntos.

Luego de la locura de la semana anterior al viaje, en la que trabajamos de intérpretes en la conferencia internacional de investigadores de fugitivos, partimos rumbo a Suiza a la medianoche del jueves, 4 de mayo. Agotados por el trabajo, que había terminado esa misma tarde, y por el trajín de los preparativos para dejar la agencia de traducción en manos de nuestra fiel colega y amiga Marie Jo, nos tomamos unas pastillitas mágicas, adelantamos nuestros relojes cinco horas y rápidamente nos quedamos dormidos. Ni Andrés ni yo, generalmente viajeros nerviosos, sentimos miedo o nervios con el despegue o la turbulencia. La razón fue la mezcla de cansancio y expectativa.

Despertamos una hora antes de aterrizar en Londres, donde tomaríamos el vuelo de conexión a Zürich. El aterrizaje tampoco nos puso nerviosos. Nuestra tranquilidad ayudó a meternos en onda de vacaciones. ¡No podíamos creer que estábamos finalmente en Heathrow! Encontramos un restaurant que servía desayuno, pese a que en Londres eran ya las 12 del día. Andrés y yo compartimos un platazo de huevos revueltos, tostadas, frijoles y champiñones. Mientras yo opté por un café, Andrés decidió que qué mejor manera de acostumbrarse al cambio de hora que hacer lo que los londinenses estaban haciendo: tomar cerveza.

Andrés compró una tarjeta de celular prepagada con un número de teléfono londinense. Nos pareció carísima pero era la única manera, pues Marie Jo tenía que poderse comunicar con nosotros. De ahí corrimos a tomar el avión a Zürich, que salía a un cuarto para las dos de la tarde.

El vuelo de Londres a Zürich es cortito – menos de dos horas. Llegamos al Flughafen Zürich a las 4 y media y adelantamos nuestros relojes una hora más. En el aeropuerto se respiraba serenidad. Ultra moderno, con mucha madera lustrada, metal y vidrio, no tenía nada que ver con la locura de Heathrow. La gente caminaba en silencio y el único ruido que se escuchaba era el de los zapatos contra el piso. Después de pasar rápidamente por inmigraciones – donde tuvimos que pedir que nos estamparan el pasaporte (¿Primera vez en Suiza? nos preguntó el oficial.) – divisamos a la Mamina que nos esperaba con una rosa y los brazos abiertos. ¡Qué rico apachurrarnos después de casi seis años!

En el auto nos tenía chocolates, jugos y agua del Migros para el “Tour de Suisse” al que nos llevaría antes de emprender rumbo hacia Berna. Partimos con lo que pensamos sería una vueltita a Zürich, pero entre el tráfico del rush hour y lo enredado de las calles – donde nunca podíamos doblar hacia donde queríamos ir y terminamos dándonos mil vueltas para llegar a la carretera de salida – la “vueltita” terminó atrasando nuestra llegada a Lucerna por un par de horas. Mientras que Zürich era moderna y bulliciosa, Lucerna era mucho más turística y pintoresca. Estacionamos el auto y caminamos al borde del canal, por las callecitas retorcidas de adoquines, cruzando el famoso puente Kapellbrücke que data de 1333 y que los japoneses ayudaron a reconstruir en los 90 después de que un incendio lo destruyó, pues es tradicional que las novias japonesas se saquen fotos en ese puente. Ya había oscurecido cuando cruzamos el puente y es un poquitín siniestro porque es entero de madera, techado y en las luces del techo se veían telas de araña gruesas de las que colgaban unas arañas gigantes!! La Mamina y yo lo cruzamos notando los cartelitos de no fumar que se habían puesto después de la reconstrucción, mientras Andrés se quedó atrás sacando fotos. Después de unos minutos lo divisamos cruzando el puente – con su cigarrillo encendido y muy calmado!! Obviamente no había puesto mucha atención al cuento del incendio…

Buscamos como locos el restaurant que había recomendado la Susanne, pero luego de seguir las indicaciones de dos residentes despistados, terminamos en un restaurant diferente, uno italiano, donde comimos riquísimo.

De ahí nos fuimos de regreso al auto, deben haber sido como las 10 de la noche. Ya era muy tarde para cruzar el paso del Brünig así que la Mamina optó por la autobahn y manejó las casi dos horas hasta Münsingen mientras Andrés, rendido por el jet lag, roncaba en el asiento de adelante, y yo – apenas logrando mantener los ojos abiertos – le conversaba a la Mamina para que no se quedara tampoco dormida. Fue un verdadero alivio llegar a su casa al fin, donde nos despabilamos un poco y nos sentamos a compartir una copita de vino con Jakob, que nos esperaba en pie junto con David y la Mitza. Al poco rato llegó Susanne también. Qué increíble fue ver a mis primos, ya adultos. En sus caras y gestos reconocí los sellos familiares e inmediatamente me sentí “en familia”. Finalmente nos fuimos a dormir a eso de las 2 de la mañana… le habíamos sacado el jugo al día, a pesar del jet lag pero ya estábamos quedándonos dormidos sentados. Ni sentimos los aullidos de la Mitza – quien se pasa las noches llorando como un bebe.

El día siguiente, sábado, Jakob nos hizo a todos un increíble desayuno. Esa mañana conocimos a Tom, el novio de Susanne, que me pareció un chico muy simpático y maduro. Nos desratizamos y partimos con la Mamina en el tren a Berna. Los brutos sólo llevábamos euros, olvidando por completo que Suiza no era parte de la Unión Europea. Ahora nuestras tarjetas del banco no funcionaban y la tarjeta de crédito requería de una contraseña para sacar plata en moneda local. Finalmente logramos sacar plata con mi tarjeta de crédito, pero sería sólo el comienzo de nuestros problemas con las tarjetas. Si no se viaja, es difícil darse cuenta de la necesidad de estandarización que existe en este mundo. Los enchufes en Inglaterra, por ejemplo, son diferentes a los de Francia y Suiza. Ya sabíamos que la corriente era diferente y nos habíamos traído un kit de transformador y adaptadores para enchufar nuestros aparatos electrónicos, pero no teníamos idea que en Inglaterra se usan enchufes de tres patas. Encima, en Francia las máquinas por donde pasan las tarjetas de crédito leen el chip en vez de la banda magnética - no hay necesidad de firmar nada, pues todos usan su PIN en las máquinas portátiles para autorizarlas. Los WC no tienen palanca sino botones, a veces uno grande y otro chico, dependiendo de cuánta agua se necesite para vaciarlo, y en Inglaterra tienes que prácticamente bombear e agua del WC para tirar la cadena – en vez de bajar la manilla una vez, lo tienes que hacer varias para conseguir el flujo de agua deseado!

La ciudad de Berna nos pareció de cuento, con callecitas y torreones, relojes con personajes que al dar la hora se animaban. Además que la primavera estaba en pleno, todo floreado, tulipanes de todos colores por todas partes, y todo verde. Los jardines eran una maravilla. Nos paseamos la ciudad con la Mamina, visitando a los osos símbolo de la ciudad (bear = berne), tomándonos un cafecito en uno de los muchos cafés abiertos en las calles. También fuimos al Migros – visita obligada – a comprar shampoo y otras cosas que nos habíamos olvidado. Jakob nos dio el encuentro y partimos a un restaurant a comer Rösti, un plato típico de Suiza, hecho con papas ralladas y queso y lo que se quiera poner encima. Se sirve en el plato en el que se horneó. Estuvieron de película.

Después de la comida, partimos a encontrarnos con los chicos, quienes nos esperaban en el teatro donde veríamos un show de música folk irlandesa. Al final, el show no tenía mucho de irlandés… era más bien un show de danza moderna con toques de riverdance, y los bailarines dejaban mucho que desear… la Mamina estaba furia, y con justa razón. Los chicos empezaron a molestarla preguntándole si les iba a escribir una carta quejándose, pues al parecer la Mamina no se queda callada si algo no le parece. Me dio risa porque yo hago lo mismo. Mono que no llora, no mama. En el intermedio decidimos no quedarnos para la segunda parte y partimos los 7 a una cervecería local donde nos tomamos unas chelas y pasamos una rica noche, riendo y conversando, conociéndonos un poco más con los primos y con Jakob. Otra vez nos acostamos tardísimo esa noche. Susanne horneó unos brownies al llegar a la casa y nos quedamos hasta las 2 de la mañana conversando y tomando vino. Esa noche sí escuchamos los aullidos de la gata… ¡qué horror! No sé cómo duermen con ese barullo.

El domingo, día del “no-cumpleaños” número 50 de la Mamina, nos despertamos tarde. Después del desayuno, animado por la “búsqueda del tesoro” en la que David mandó a la Mamina para encontrar su regalo, nos fuimos a Thun a tomar el barco a Interlaken. Ya era bastante tarde por lo que no tendríamos más que 20 minutos para pasear en Interlaken, pero el viaje en barco ya era panorama suficiente para nosotros. Nos equivocamos con la hora de salida del barco y tuvimos que hacer hora caminando por el borde de un riachuelo. El olor de la flor de la pluma impregnaba el aire y nos divertimos mirando a los patos, las casas preciosas al borde del río… todo era perfecto.

El viaje en barco fue delicioso. Al principio llovía así que nos metimos al comedor del barco y nos tomamos un goulash con pancito… deli. Pero al poco rato salió el sol y salimos a cubierta a gozar del paisaje. ¡Qué maravilla de paisaje! El día nos tocó dramático: unas nubes gigantes por las que se asomaba un sol espectacular. El paisaje era de ensueño: montañas perfectas, acantilados, un lago con aguas turquesas, casitas perfectitas, vacas y ovejas con sus cencerros pasteando en la orilla del lago – una maravilla. Fue delicioso compartir esas horas en el barco con los primos, conversar harto y conocernos. Sacarnos fotos, filmar un poquito, y conversar por teléfono con mi mamá y la Karla que llamaron a felicitar a la “no-cumpleañera”. Después del delicioso paseo, volvimos a la casa, pasando antes por el departamento de los novios. El departamentito es una monada, en el último piso de una casa campestre, con su balconcito donde obligadamente tienen que poner macetas con flores, como parte del contrato de arriendo. Fue super lindo poder conocer el lugar donde Susanne y Tom vivirán juntos después del matrimonio en septiembre. Nos despedimos ahí de Tom pues ya partíamos a París al día siguiente y no nos volveríamos a ver. Susanne no comería con nosotros esa noche pero nos acompañaría a Berna a la mañana siguiente a tomar el tren a Ginebra. Volvimos al departamento donde Jakob y la Mamina nos cocinaron un delicioso raclette y nos sentamos con David, los cinco, a comer muchas papas y queso con hierbitas y especias, y a compartir una botella de vino de la viña Arana – MUY RICO.

Preparamos las maletas pues al día siguiente partiríamos tempranísimo a tomar el tren a Ginebra. Enchufé con el transformador el cargador de pilas para la cámara, pero no me fijé que el transformador era sólo para secadores de pelo y lo quemé… carajo. Después la Mamina encontró uno viejo que tenía. Felices pusimos a cargar las pilas pero cuando pasaban las horas y las luces no se apagaban, nos dimos cuenta que era para otro tipo de pilas… ¡merde! Finalmente decidimos comprar pilas desechables en Ginebra. Entre aullido y aullido de la Mitza, nos quedamos zeta.

El lunes por la mañana nos despertamos tempranísimo. Después de un desayuno relámpago nos despedimos con un abrazo de oso de David y partimos con Jakob a la estación del tren. Susanne nos dio el encuentro ahí. Nos despedimos de Jakob felices de haberlo conocido. Me pareció un hombre super bueno, que quiere mucho a la Mamina y que es un buen compañero, ayudando en todo siempre. Se nota que, pese a haber pasado por momentos fregados, se tienen mucho amor, y se lo expresan cuando se miran a los ojos. Fue lindo verlos así.

Viajamos a Berna con Susanne y la Mamina, y en la estación del tren nos despedimos de mi prima. Fue un gusto haber podido compartir aunque fuera unos días con ella y David. Los dos nos cayeron super bien y la sensación de estar en familia fue muy rica.

El tren a Ginebra salió a las 9 de la mañana. El día estaba gris y el paisaje cubierto de neblina. La Mamina me había hecho unos huevos duros pero me los guardé para el tren a París. Cuando llegamos a Ginebra, a eso de las 11 y media, había empezado a lloviznar. Empezamos el tour de Ginebra en el Migros, donde compramos paraguas, quesitos y pilas para la cámara. Nos fuimos caminando hacia el lago de Ginebra, buscando además la calle típica de tiendas. En el lago vimos el jet d’eau famoso, que originalmente había sido mucho más chico, y tenía el propósito meramente utilitario de liberar la presión del agua mientras se construía un embalse. Hoy es un impresionante chorro que lanza el agua 140 metros al cielo y es un ícono de la ciudad.

Caminando por el borde del lago, cruzamos el Pont du Mont Blanc hacia la rue de Rive, donde están todas las tiendas, y por donde pasean los banqueros en sus trajes de raya diplomática y sus zapatos de mil quinientos dólares. Como nos contaba la Mamina, debe ser durísimo vivir en Ginebra y no tener plata porque todos se visten como modelos y todo es carísimo.

Paseamos por la parte antigua de la ciudad hasta encontrar un restaurant donde invitamos a la Mamina a almorzar. Los meseros del restaurant eran unos antipáticos, pero la comida estuvo riquísima. Los gnocchi que se pidió Andrés estaban tan ricos que los inmortalizó en una foto. Nosotras comimos pizza, también deli, y los gorriones que nos vinieron a “gorrear” nuestra comida (super atrevidos), se sirvieron un banquete de los restos de la corteza de la pizza.

De ahí, fuimos al correo a enviar una postal a los Clunies, nuestros amigos que estaban cuidando a Lucas, y una a nosotros, para tener de recuerdo al regreso. Nos tomamos el bus hasta el Palais des Nations de la ONU, que jurábamos era la sede principal, y de ahí de vuelta a la estación del tren a dejar a la Mamina que se iba a tomar el tren a Thun. Nuestro tren a París no salía sino hasta las 6 así que teníamos una hora y media para seguir turisteando, pero optamos por sentarnos en el patio de un bar a tomarnos una cerveza pues estaba empezando a llover más fuerte y me dolían mucho los pies (tengo una inflamación a los ligamentos de los tobillos que me quedó del embarazo). Las únicas otras personas que estaban sentadas en el patio eran tres hombres con un bebé en un cochecito. A los pocos minutos de sentarnos en el patio del bar, se acercó un tipo a pedir cambio. Los hombres sentados a nuestro lado lo mandaron a freir monos, el tipo reaccionó con groserías y los tres se pusieron de pie y se desató una pelea. Finalmente, el que había pedido el cambio les dijo a los otros, en árabe, que “ya verían” y se puso a llamar por teléfono a la policía. Total que la policía llegó pero se fue al restaurant equivocado, y el tipo que los llamó estaba furia! Tuvo que salir corriendo a buscar a los oficiales y traerlos al local. Entre tanto, el chico que atendía el local se desapareció y nos quedó claro que uno de los otros tres era el dueño del bar y que había una onda muy extraña… ¿por qué se había desaparecido el mesero? Apenas se fue la policía, el chico reapareció… hmmmm….

En fin, después de ese espectáculo, decidimos buscar un cibercafé para chequear los emails. Mientras estábamos sentados leyendo nuestro correo, se largó a llover torrencialmente. Bueno fue que compráramos paraguas! Partimos en la lluvia hacia la estación del tren. A pesar de que no había realmente un oficial de inmigración, sí había que mostrar el pasaporte y el billete del tren. A las 6 partimos a París, un viaje de hora y media. A pesar de lo feo del día, nos tocó ver una puesta de sol espectacular. En el tren nos comimos un delicioso sandwich de jamón en baguette y nos tomamos unos tecitos. Yo además me comí mis huevos duros y uno de los quesitos.

Llegamos a París a las 9 y media, al Gare de Lyon. ¡No podíamos creer dónde estábamos! ¡Qué emoción! Saqué mi mapa del hotel que había impreso con las instrucciones para tomar el metro al hotel. La verdad es que la guía del metro que había impreso en Toronto se veía mucho más complicada de lo que en realidad era. Lo que sí no sabíamos era lo estrecho de todo. Si eres gordo estás sonado. Pasar con la maleta por los torniquetes del metro fue toda una aventura. Llegando nos compramos un carnet de 10 tickets, haciendo caso al consejo de Carmen, una buena amiga que nos había dado muchos datos para París. El metro de París tiene más de 100 años y es un laberinto de túneles y escaleras. Felices de haber llevado sólo una maleta cuando nos dimos cuenta de la cantidad de escaleras que hay que subir y bajar para ir de una línea a otra, llegamos al hotel Libertel Austerlitz, a dos pasos del metro Austerlitz.

Continuará...

Tuesday, March 14, 2006

NOTICIAS PENOSAS

VIERNES, 10 DE MARZO

Queridos todos,

Les escribo desde mi cama, no en la casa sino en el hospital. Esta mañana me hicieron la ecografía de las 19 semanas y en ella vieron que el feto había fallecido. Por las medidas que tomaron, piensan que probablemente murió pocos días después de la eco del 14 de febrero. Nadie se explica qué pasó pues, al parecer, la placenta esta vez estaba funcionando como debía. Por esta razón y para evitar complicaciones relacionadas con sangramiento excesivo, hemos decidido una vez más ir por la ruta de la inducción de parto. Es la menos invasiva y, dado que necesito volver a mis anticoagulantes lo antes posible, es la más rápida.

SÁBADO, 11 DE MARZO

Anoche pasamos una buena noche dentro de todo. Los médicos nos dieron una pastillita a cada uno para la ansiedad y con eso nos dormimos hasta la mañana. Despertar fue un poco duro pues igualito teníamos un granito de esperanza que todo hubiera sido un mal sueño. Pero nos dimos de cabeza con la realidad y la pena empezó a brotar de cada poro de nuestro ser. No podemos hacer nada más que respirar profundamente y poner un pie delante del otro otra vez. Las lágrimas y las preguntas nos seguirán por un rato pero eventualmente llegará la aceptación. Por ahora, aquí estamos, a la espera de dilatarme para empezar a pujar. Todavía no siento mucho dolor pero mi útero está como una roca. Difícil pensar que un entorno tan amable pudiera convertirse en uno tan hostil.

Si no me dilato de aquí a 2 horas me darán otra dosis de las tabletas dilatantes y probablemente empezarán las contracciones. Sentir este tipo de dolor ayuda a curar el espíritu de alguna manera – es como cerrar el ciclo con un broche. Muchas personas optan por la anestesia general y la operación porque no creen tener la fortaleza de pasar por un parto a sabiendas de que no habrá un final feliz. En mi experiencia, y creo poder decir esto con algo de autoridad, es más difícil recuperarse de la operación que del parto – no sólo física sino que también emocionalmente. Además, así los patólogos podrán examinar los restos intactos y ver la causa (ojalá) de esta nueva pérdida. Aún si decidimos no volver a intentar otro embarazo, esta información nos podría ayudar a cerrar este capítulo y a ir hacia delante con lo que llaman “closure”, con una conclusión. Se me cierran los ojos de sueño. Sigo luego…

9 PM

Hace unas 3 horas, acabó todo. No fue tan doloroso físicamente como recordaba había sido la experiencia de hace más de tres años. Salió intacta, en su saco, chiquititita pero con muchas señales de trauma. El doctor que hará la patología vendrá a verla y nos dirá qué ve a simple vista. Al principio me sentí muy desconectada de ella pero cuando la tomé en brazos la emoción se desbordó dentro de mí y sentí una mezcla de pena, rabia, ternura, impotencia y amor. Andrés y yo nos dormimos un ratito con la bebe en brazos y cuando despertamos sentía no poder dejarla ir, que quería que se quedara conmigo siempre. Una forma de hacer esto, creo, es nombrarla así que le pusimos Isabel porque es nombre de reina y su cabeza tenía forma de corona. Recién después de darle un nombre pude dejarla ir. La enfermera me lo explicó así: antes de poder decir adiós, hay que saber decir hola.

El doctor está convencido de que se quedó un poquito de la placenta adentro así que me han puesto oxitocina, esperando que el útero la termine de expulsar solo. Así podremos evitar hacer un curetaje con anestesia general. Lamentablemente me muero de hambre y sed pero no puedo tomar ni comer nada hasta que no estemos seguros de haber expulsado todo, por si necesitan darme anestesia general. Luego queda esperar 6 horas hasta poder darme el anticoagulante. Voy a cerrar los ojos un momento y sigo luego…

DOMINGO, 12 DE MARZO

Anoche el doctor, para evitar tener que hacer un curetaje después de todo lo que habíamos pasado, exploró mi útero a pulso. No hay palabras para explicarles cómo duele; es como agonizar. Por más que estaba medicada, el dolor fue abismante y lloré amargamente por un rato largo después. Dicen que las emociones las almacenamos en nuestra pelvis.

Total que el doctor no encontró nada así que me inyectaron el anticoagulante y dos horas después la enfermera me trajo tostadas y té. Me logré quedar dormida pero el efecto del fentanil (como una morfina) es tan fuerte que a ratos me dormía sentada y a ratos me despertaba fresca como lechuga y no lograba conciliar el sueño. Además me preocupaba la posibilidad de sangramiento. Pero no hubo tal y todo volvió a la normalidad con bastante rapidez.

Andrés me trajo hoy mis cosas para poderme duchar, la enfermera ya me ha dado la siguiente dosis del anticoagulante y me han desenchufado de la línea intravenosa pero dejándome la vena con catéter por si las moscas. Finalmente me darán de alta mañana para poder ver a mi hematóloga y al patólogo antes de partir.

LUNES, 13 DE MARZO

Volver a casa fue el balde de agua fría que faltaba. De alguna manera el hospital es un entorno protegido, donde todo se habla en términos científicos y seguros. Mientras que en la casa uno regresa al entorno emocional, a los pasillos y rincones donde el sueño estuvo vivo por 4 meses y medio. Pero es la realidad y qué bendición poder expresar nuestro dolor y temores el uno al otro. Antes de irnos del hospital, cada uno de los médicos que me han cuidado me vino a ver. Primero el patólogo que había ya visto a la bebe y estaba optimista de poder obtener de ella la información cromosomática necesaria. A simple vista era dificil ver mucho pues había pasado mucho tiempo en el útero sin vida. Los rasgos faciales ya no eran tan claros como para determinar nada. Pero lo bueno es que dijo que nuestro caso tenía prioridad para él y que trataría en lo posible de sacar el informe de la autopsia en menos de un mes. Mucho mejor que los 3 a 6 meses que demora en general… Nos despidió con un abrazo paternal y se fue sacudiendo la cabeza, tan incrédulo como nosotros. Después vinieron los obstetras de alto riesgo que me vieron durante mi estadía. Los dos doctores amorosos se quedaron bastante rato conversando con nosotros, haciéndonos preguntas y asegurándose de que yo supiera que tenía el apoyo del hospital para lo que necesitara, incluyendo los sicólogos, etc… Terminamos hablando de cosas no relacionadas y uno de ellos tenía amigos en común con Andrés, de Montreal. La hematóloga no alcanzó a llegar pero me llamó por teléfono y conversamos largo rato sobre el procedimiento con el anticoagulante. Quiere que me siga inyectando por un par de semanas más, antes de volver al otro anticoagulante oral. Estaremos hablando esta semana y la próxima para ver cuándo hacer el cambio.
Ya estábamos listos para irnos cuando llegó mi obstetra y perinatólogo, el Dr. Kingdom. No nos esperábamos su visita pero estábamos felices de verlo porque es un hombre tan a todo dar y tranquilo que te deja esa tranquilidad de que todo va a terminar bien. Al igual que el patólogo, nos dijo que nuestro caso tenía prioridad para él, que quería llegar al meollo del asunto. Él es investigador además de doctor y tiene mucho interés invertido en nuestro caso. Me ha dado cita para el 31 de marzo para verlo, para examinarme y ver que todo esté de regreso donde tiene que estar. De repente para entonces tengan ya algo de información sobre la placenta, la bebe, quién sabe. Tengo ahora que pedir cita con el patólogo para el mismo día.

MARTES, 14 DE MARZO

Unas últimas líneas para decirles a todos cuánto agradecemos todo vuestro apoyo y cariño. Tenemos la bendición de tener una familia de primera y amigos que son como familia. En tiempos como estos, es esencial sentirse acompañado y todos ustedes nos han hecho sentir que no estamos solos. Muchas gracias.

Los tendremos al tanto de cualquier novedad.

Un abrazo fuerte,

Patty y Andrés

SAD NEWS

FRIDAY, MARCH 10

Dear Friends and Family,

I’m writing you from my bed at the hospital. This morning we went to the 19 week ultrasound and were not able to detect the fetal heartbeat. From the measurements they took, the doctors think the baby probably passed away soon after the February 14 ultrasound. No one understands why this has happened, as the placenta seemed to be working perfectly well. In order to investigate in depth and also to minimize the risk of excessive bleeding for me, we have decided to once again go the route of inducing labour. It’s the least invasive and, since I need to be back on my anticoagulants as soon as possible, it’s the fastest.

SATURDAY, MARCH 11

Last night was a calm night, all in all. We each took an Ativan before bed and slept through the night in our hospital beds (Andrés got a cot next to my bed). Waking up was a bit rough as I guess somewhere inside our minds we thought there might still be a chance it was all a bad dream. But no such luck. Reality and sadness set in quickly. We can do nothing more than take a deep breath and, once again, put one foot in front of the other. Tears and questions will follow us for a while, but eventually acceptance will come. Right now I’m waiting to dilate and push. Not much pain yet but my uterus has hardened like a rock so shouldn’t be too long. I’ll be getting another dose of the cervical tablets in another two hours if I’m still not ready and contractions should follow shortly after. This kind of pain helps heal the spirit in some strange way – it provides some sort of closure. I guess many people opt for being put under and getting a D and C because they don’t think they could bear going through labour knowing that it won’t have a happy ending. I think I can now say from experience that recovering from a D and C is harder than recovering from labour and delivery, not just physically but also emotionally. Besides, this way the pathologists will be able to examine the intact fetus and (hopefully) find a cause for this new loss. Even if we decide to not attempt another pregnancy, this information will still help us attain some closure and be able to think about the future with a clearer head. Falling asleep… will continue later.

9 PM

I delivered 3 hours ago. Physically, it wasn’t as rough as I remembered it being the last time, over three years ago. The baby came out intact, inside her sac, so tiny and with so many signs of trauma. The pathologist will be by to see her and may be able to give us some info just by taking a look at her. At first, I felt truly detached from her but as soon as I held her I felt she belonged to me. The pain, sadness, and anger came gushing out, mixed with love and tenderness. Andrés and I fell asleep with her on our laps and when we woke up I really had a hard time letting her go. I felt I couldn’t let her go without naming her. So we named her Isabelle, because it’s a regal name and her head was shaped like a crown. The nurse explained it to me like this: before you can say goodbye, you have to be able to say hello.

The OB is convinced that some of the placenta didn’t come out so I’m on oxytocin, waiting for the uterus to push it out. This way we can avoid having to put me under for a D and C, after everything we’ve been through. Unfortunately, this means no food or drink and I am so thirsty and hungry it’s like torture. Then I still have to wait 6 hours until I can get my anticoagulant. I’m just going to close my eyes for a few seconds and will continue later …

SUNDAY, MARCH 12

Last night, to avoid putting me under, the doctor had to explore my uterus manually. I can’t tell you how much this hurts, it felt like I was being ripped in half. Even with the fentanyl (like morphine), the pain was too much to bear and I couldn’t stop crying for a long time. They say we store all our emotions in our pelvis.

After all that, the doctor couldn’t find anything and so they gave me my anticoagulant and two hours later the nurse brought me toast and a hot cup of tea. I was able to fall asleep but the fentanyl was so strong it either made me fall asleep in the middle of a conversation or wake up and not be able to fall asleep again for a while. Eventually it made me really nauseous and sick so we stopped it. I was concerned with bleeding but everything went back to normal quite quickly.

Andrés brought my things so I could shower and the nurse gave me another dose of the anticoagulant this morning. They disconnected me from the serum and locked my line, just in case. They’ll be discharging me tomorrow so I can see the hematologist and the pathologist.

MONDAY, MARCH 13

Coming home was a bit harsh. The hospital is so protected, so scientific; home is an emotional environment, where you walk the same hallways and hang out in the same spots where you dreamed and speculated for 4 and a half months. But, such is reality, and it’s a blessing to be able to speak about our emotions and fears openly. There’ll be a lot of this in the coming months.

Before we left the hospital, all my doctors stopped by to see me. First the pathologist, who had seen the baby and was optimistic about being able to extract the chromosomatic information he’d need. He said that it was hard to tell just by looking at her because she had passed away such a long time ago her facial features weren’t clear enough to know. He did promise to give priority to our case and that he’d try to get the final report out in one month. This is way better than waiting 3 to 6 months, which is what it usually takes… He gave us a big paternal hug and left the room shaking his head, in the same disbelief as us. Then the two high risk OBs who had seen me during my stay came by and stayed a while to chat and ask questions, make sure I was ok. We ended up chatting about other stuff and as it turned out, one of the OBs was from Montreal and knew some of the same people Andrés did. The hematologist couldn’t make it in but we chatted on the phone for a while and will be chatting quite a bit in the coming weeks to switch me back to coumadin. We were almost ready to leave when Dr. Kingdom, my OB and perinatologist, stopped in. We weren’t expecting him to come but it was great to see him. He’s such a great doctor and has the ability to really set your mind at ease. Like the pathologist, he said our case was at the top of his list of priorities and that he intended to get to the bottom of why this had happened. He is also a researcher with a special interest in placental dysfunction so he has a vested interest in our case. He set up an appointment to come see him on March 31, to get me examined and make sure everything has gone back to its original place. Maybe by then they’ll have more info on the placenta or the baby, who knows… Now I’m supposed to make an appointment to see the pathologist that same day.

TUESDAY, MARCH 14

Just a few lines to tell you how much we appreciate your support and love. We are blessed with a great family and with friends who are like family. In times like these, it’s so important to feel supported and you have all made us feel like we are not alone. Thank you.

We will keep you up to date on any developments.

A huge hug,

Patty and Andrés